Huening Kai de verdad no entendía la voluntad que tenía la gente para vivir.
Sabía que era un instinto propio del ser vivo, selección natural, la supervivencia del más fuerte, los animales que se adaptan a su entorno con tal de mantener la especie, también como el cuerpo buscaba maneras de sanar, el sistema inmunológico, los glóbulos blancos, las plaquetas, la adrenalina, el miedo, el impulso de correr como se es perseguido, nadar aunque no sepas cómo hacerlo cuando se es empujado al agua, el instinto de apartar las manos cuando algo está muy frío o caliente, la forma en que el cerebro borra recuerdos cuando algo es demasiado traumático, hiriente y abrumador como para recordarlo; mecanismos de defensa automáticos.
Él no podía entender porque seguía salvándose la vida cuando estaba harto de vivirla.
Tampoco entendía a los conductores. Jodidos engreídos.
Se creían la gran cosa por tener autos y licencias, pensaban que eran los dueños de la puta carretera y del puto mundo, como si no fueran unos de los mayores culpables de que el planeta se estaba muriendo —existían mucho más factores para la contaminación, pero siempre era mejor para Huening tener a quien culpar. Lo exasperaban como la puta madre, siempre sonando las bocinas y creyéndose Dominic Toretto; nada hacía reír tanto al rubio como un conductor irresponsable siendo apartado de la vía por un policía y siendo multado por todas las infracciones captadas en cámara.
Huening había desarrollado esta especie de costumbre curiosa cada vez que cruzaba la calle. Si bien el chico cruzaba la calle sin mirar a los lados la mayoría de las veces, se veía a sí mismo teniendo una razón para mirar antes de cruzar el paso zebra; cuando el semáforo estaba a punto de cambiar de luz de roja a verde o al revés, en el momento en que un idiota aceleraba sonoramente a la vista de un peatón en una forma de decir «corre al otro lado o te estrello». Para ellos, era una amenaza; ¿para Kai? Un reto.
El rubio disminuiría su andar, caminando cada vez más lento cuando lo sentía acelerar, para darles una cucharada de su propia medicina; era su forma de desafiarlos con un «atropéllame, si en verdad tienes huevos». Después de todo, Huening era el tipo de persona que se quedaba parado esperando, listo para avanzar al otro lado, en medio de la calle y parado en esa línea pintada que separaba dos carriles, mientras que el tráfico le pasaba rozando por los lados.
Duramente le temía a algo.
Generalmente, cuando les jugaba su pequeño retito, los conductores se daban cuenta que no iba a avanzar y disminuían la velocidad para que pasara a medida que le pitaban con la bocina repetidas veces, otros paraban en seco a unos cuantos metros de él para insultarlo o sino, los tipos de conductores que al adolescente le agradaban, estaban quienes respetaban el semáforo y los peatones, y avanzaban más despacio para darle tiempo de cruzar.
Por esos conductores incluso pasaba corriendo al otro lado, ya que seguramente eran personas decentes y humildes de camino a sus trabajos o cansados a sus hogares.
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JEALOUSY | TXT FIC. (SIN EDITAR)
Fiksi Penggemar"Te odio porque tienes todo lo que quiero, pero también lo hago porque me es imposible odiarte." Por primera vez en todos sus años en su instituto, Hueningkai fue cambiado de curso y, como si su vida no pudiese ser peor, le tocó ser compañero de la...