Es Seokmin quien recoge el diario que dejan fuera de su casa cada mañana. También es él la única persona de su familia quien lo lee, pues los demás parecen haber perdido en la guerra contra las injusticias del pueblo en el que viven.
Wonwoo siempre ha sido mala persona, por eso siente un ligero ápice de alegría cuando encuentra su foto en el titular de la portada; aunque enseguida se regaña por tener tales pensamientos sobre la muerte de alguien.
Pero deja de respirar cuando, junto a al encabezado amarillista, encuentra la burda foto de Jeon Wonwoo a un costado de la de Boo Seungkwan.
—No leas esa basura —dice su padre arrebatando las hojas de sus manos y aventándoles con fiereza al piso —. Te lavarán el cerebro y terminarás como la mitad de la gente termina aquí.
Traga seco mientras observa la pared llena de fisuras que el tiempo se ha encargado de marcar. Si llora con su padre enfrente se llevará una golpiza, y seguramente le bastará con la que le dará Wonwoo en la escuela.
Pero Wonwoo está muerto, piensa. No hay nadie que le dé una paliza si no es Jeon Wonwoo, porque incluso Junhui se abstenía de meterse con él si no era un capricho del otro chico.
No encuentra a Mingyu ni a Joshua en la escuela, tampoco a Seungkwan, a quien busca con esmero a pesar de saber que no volverá. Ni siquiera ve a Junhui rondando los pasillos mientras fuma alguno de sus tontos cigarrillos.
Camina en soledad después de clases y se permite llorar a mitad de una de las aceras. De pronto siente aquella nostalgia que ha tratado de reprimir.
Cuando pasan dos semanas Junhui lo obliga a hablarle. Lo acorrala en los pasillos desolados y lo mira con enojo.
—Joshua se aventó del acantilado y Mingyu se pegó un tiro. Que los busques todos los días como una perrita faldera es patético —dice. Luego se va por donde vino mientras acomoda su cabello con su mano. Después de todo decide creerle al chico, aunque nadie haya hablado de ellos dos.
Seokmin siempre pensó que Wonwoo era malo, pero nunca imaginó que Junhui fuera aún peor.
Encuentra a la señora Kim y la señora Boo hablando fuera de la panadería, silenciosas, y ninguna le dirige la mirada. Se pregunta si a alguna familia le habrá dolido la pérdida de sus hijos, porque si es así no lo parece.
O quizá Seokmin estaba tan destrozado que no podía imaginar a alguien más sintiéndose peor que él.
Cuando da la noche Seokmin ya está frente a aquel viejo bazar abandonado con dos florecitas entre sus dedos. Mingyu le había pedido conseguirlas para Joshua.
"Las camelias significan amor eterno", le había explicado Mingyu con una sonrisa. "Quiero que Joshua sepa que lo querré por la eternidad, no importa lo que haya hecho o lo que vaya a hacer".
Pero Mingyu no había regresado por ellas y Seokmin las había terminado cuidando él mismo en el frío de su propia habitación.
Se pregunta si ahora estarán juntos por siempre donde sea que estén, y espera que así sea. Parecía que se querían mucho.
Se sienta en el borde del acantilado y respira con parsimonia, intentado a toda costa de evitar el llanto, tratando de volver al tiempo donde la mayor preocupación de Seungkwan y él era que no los atraparan tomando las galletas de la panadería de los señores Boo.
Hace un puchero antes de plantar los dos tallos de las flores en la orilla.
Quizá, después de todo, morir rápido era la única manera de escapar de un lugar devastador.
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えいえんに / minshua
FanfictionEien ni: (kanji. 永遠に); eternamente. ⚘ Joshua no le teme a la muerte. ♡ [Minshua; Mingyu + Joshua] ¡! Violencia, temas sensibles ☆ Seventeen ☆ julio, 2021