Welcome to New York. (Parte 2)

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-Déjala jugar si se cree tan ruda -dijo el castaño- Soy Jasper, por cierto. -me sonrió y pensé que iba a morir en ése momento.

-Como si me importara -contesté. De acuerdo en otra situación le hubiera coqueteado por ser tan guapo, pero en éste momento no tenía ganas de galantería- reparte las malditas cartas.

-Como ordes. -contestó el joven de ojos verdes compañero del supuesto Jasper. Cuando empezaron a repartir cartas sólo sonrió un poco hacia Mia que ya había agarrado una silla y se había colocado junto a ella- no se vale que se ayuden entre ustedes.

-No pareció que pensaras eso hace unos minutos -contesté y lo miré con un poco de desagrado y el supuesto "Jasper" sonrió

-¿A qué te refieres con eso de "no pareció que pensaras eso hace unos minutos"? -se hizo el ofendido, lo cual hizo que mis nervios explotaran.

-Que ustedes dos son unos estafadores, a eso me refiero. Además, él -señalé al supuesto Jasper- no se llama Jasper, se llama Elliot.

-¡Que acusación tan fuerte! ¿Cómo te has atrevido a llamarme por mi nombre real en mi escondite secreto? -dijo Elliot con un tono de sarcasmo e incredulidad al mismo tiempo. Se paró de su silla y vino junto a mí, se colocó muy de cerca y me miró directo en los ojos -¿Cómo sabes mi nombre, niña bonita?

-Nunca lo sabrás -me levanté de la silla sin despegar mi mirada de sus hermosos ojos color oro, tomé la mano de Mia y de repente sentí un mareo y de lo siguiente que me acuerdo es que vomité Elliot...

Desperté en el departamento de Mia. Sabía algo con certeza, estaba cruda. Me levanté y me metí al baño a lavarme, sentí un horrible olor en mi cabello, señal de que Mia no había sostenido mi cabello mientras vomitaba.

El baño de la habitación de huéspedes de Mia era incleíble, tenía una bañera enorme, dos lavabos y frente a estos un botiquín con diferentes pastillas para dolores menstruales y anticonceptivos, un retrete y un gran mueble en donde estaban las toallas divididas por colores, los shampoos dividos por olores, jabones por colores, diferentes rasuradoras, cremas y lociones para después de la ducha y justo a un lado de la bañera diferentes productos para ésta.

Empecé a llenar la bañera y salí a la sala por mi maleta, debido a que la noche anterior no hice nada más que dormir hasta la noche, me miré en el espejo. Mis grandes ojos marrones llamaban mucho la atención por mis grandes y rizadas pestañas haciéndole un marco y mis cejas cafés haciendo el juego perfecto con mis ojos, mi nariz respingada y mis labios rosados...mis labios era lo que más me gustaba de mí. Mi tez es blanca, casi cayendo a lo pálida pero sin ser pálida, tenía pequeñas pecas en mis brazos y en todo el cuerpo, no era delgada ni pasada de peso, era normal para mi estatura, con mi 170 no se juega y llevaba lo mismo de ayer, unos leggins y una blusa de tirantes amarilla. Y fue entonces cuando vi mi cabello negro totalmemte revuelto y desastrozo. Lo olfatée. Tenía olor a vómito, alcohol y cigarro...recuerdos fugases de la noche anterior llegaron a su mente antes de abrir la puerta de su puerta para salir a la sala. Localicé mis cinco grandes maletas, tomé la más grande y lo llevé al cuarto de invitados, estaba pesada. Al volver a la sala escuché un ruido anormal en la casa, Mia aún estaba dormida porque de lo contrario abría ido a depertarme con un manotazo. Caminé a la cocina, debido que de ahí venía el sonido irritante de las sartenes chocando entre sí y platos siendo lavados. Al entrar a la cocina vio a un chico de espaldas y en bóxers con los músculos de la espalda bien trabajados y con algunos tatuajes, unas piernas sensuales y musculosas, y unos brazos bien trabajados con muchos tatuajes en ellos.

-Deja de mirarme como objeto sexual o te demando por acoso. -¡Esa voz, es el estafador de ayer!     

-¿Qué demonios haces en mi departamento? -grité e hice que se volteara, sus ojos estaban más abiertos de lo normal, su cabello castaño revuelto, su abdomen bien trabajado y tenía unos tatuajes en el pecho.

-Primero: no es tu departamento y segundo: anoche vomitaste toda mi ropa, así que -hizo una pausa y evaluó mi expresión facial, pareció  darle risa y sonrió- mi pantalones, mi camisa y mis zapatos te están esperando en la lavandería, Victoria.

-¿Cómo sabes mi maldito nombre? -grité muy molesta, éste ya se estaba pasando.

-Nunca lo sabrás. -y se volteó para seguir lavando los platos, que caballero. Ja!

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⏰ Última actualización: Mar 09, 2015 ⏰

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