iv. 28 de Diciembre.

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Me jode seguir sintiendo que eres el amor de mi vida, y pensar en toda la que me queda por delante sin ti. Al imaginarlo se me hace tan larga como los vuelos de vuelta a casa. O de vuelta a ti, que es lo mismo.

Pero me jode más todavía cuando admito que sí eres el amor de mi vida y pienso: Sam, ¿de qué vida? La vida cambia, ha cambiado, y ya no sé si el amor de aquella vida que teníamos sirve para ésta.

No sé qué hora era. Ni dónde estábamos. Ni por qué. Solo sé que mis dedos rozaban su cuello. Que había penumbra en la habitación. Y que había sonreído al ver el collar que yo le había regalado, eso antes de pedirme que se lo pusiera. Y desde ahí estaba preciosa; el hueso de su espalda, la curva de su cuello al apartarse el pelo, la luz de su piel. Quería besarla, pero solo aproveché para rozarla con los dedos cuando le coloqué el colgante.

Deslicé mis manos por su piel una vez lo hube atado y me incliné para besarle el cuello, con delicadeza, deseando poder decirle algo tan bonito como aquel momento. Pero no existía.

De pronto vi como alzaba los brazos a los lados, con gracia y lentitud al mismo tiempo, alzando el vuelo a cámara lenta.

-¿Crees que podría volar?

-Creo que puedes hacer lo que te propongas. -Y no mentía. A aquella mujer le brillaba el alma en los ojos, le brotaba vida de los poros de su piel. A ella y a nadie más.

Sonrió contra mi nariz, conmigo todavía a su espalda. Yo bajé las manos por sus hombros y recorrí sus brazos con cuidado, hasta poder cubrir el dorso de sus manos con las mías. Enredarme entre sus dedos.

-¿Si echara a volar vendrías a buscarme? -Sentí su aliento casi sobre mis labios, seguí el movimiento de sus brazos, arriba y abajo, dibujando ondas en el aire... Y sentí que era imposible amar con más intensidad. Y que también era imposible no amar a algo tan puro como ella.

Cerré nuestras manos en un puño y la abracé por la espalda, haciendo que ella también se abrazara a sí misma.

-No pararía hasta encontrarte.

Ese era el momento. Y esa era la vida de la que hablo. Ahora parece otra. No me gusta decirlo, pero parece otra, joder, Sam, te iría a buscar hasta el fin del mundo si volaras. Y quiero que vueles. Quiero que vivas. Pero ya no puedo ir a buscarte.

Lo siento.

Lo siento.

Ojalá fueras el amor de todas mis vidas. De todos mis cambios. Y yo de todos tus viajes. Y todas tus vueltas. Ojalá estuviéramos tan enamorados el uno del otro como lo estamos del recuerdo de lo que fuimos, Sam, ojalá.

Lo que queda de nosotros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora