Capítulo 4.

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Canción del capítulo: Love me like you do (Ellie Goulding)

No sé por cuánto tiempo me mantuve inmóvil en mi lugar. No sé cuánto tiempo pasé mirándolo, ni siquiera tenía idea de si el tiempo estaba pasando. Solo una cosa era segura: él estaba ahí, realmente ahí. 

Mi corazón comenzó a latir desbocado bajo mi pecho cuando Harry avanzó unos pasos más cerca. Sus ojos no abandonaron los míos en ningún momento, él se hallaba igual de incrédulo que yo. Entonces la comisura de sus labios se elevaron en una sonrisa, una sonrisa real. Algo se iluminó en su rostro, y en su mirada. 

Todo a mí alrededor comenzó a girar, retrocedí un paso por inercia y al hacerlo me tambalee. En ese momento me acordé que no estábamos solos. Damián me sostuvo por lo hombros y me preguntó si me encontraba bien, sus palabras sonaban lejanas. Asentí con la cabeza a duras penas. 

—Necesito un poco de aire. Perdón. —No esperé una respuesta. Salí de aquella sala lo más rápido que mis pies pudieron. 

Estaba sufriendo un claro caso de claustrofobia. Sentía como si las paredes se me vinieran encima, todo en aquel lugar me estaba sofocando. 

Recién pude respirar con normalidad cuando estuve en el exterior. Fue cuando sentí la humedad en mis mejillas que me di cuenta que estaba llorando, ¿por qué demonios estaba llorando?. 

« ¿Por qué ahora?» pregunte en un susurró, alzando la mirada, como esperando que la respuesta cayera del cielo. Entonces me sobresalte cuando escuche el sonido de un trueno. Estaba lloviendo. Las gotas de lluvia se mezclaban con mis lágrimas. El sol se hallaba oculto tras el montón de nubes. Lo que hace unas horas era un cielo celeste, bonito—para entonces—no era más que un manto color gris, tormentoso y deprimente

—Sam. 

Era su voz, a mis espaldas, la que me llamaba. La voz de Harry. Había olvidado como sonaba mi nombre en boca de él. 

Harry’s pov. 

—Gracias por hacer esto. 

Agnes me regaló una amplia sonrisa. Me limité a asentir. Cuando fije la mirada en el reloj del coche me di cuenta que íbamos atrasados. 

Era cierto, cuando me acostaba con una mujer no volvía a contactarla de nuevo. Para nadas. Yo lo sabía y ellas también. Sin embargo, cuando Agnes me llamó desesperada porque necesitaba un abogado, no me pude negar. Después de todo se lo debía. Mi hermana, Cheryl, la había despedido de la empresa, por mi culpa. Y por tal razón, me veía con la necesidad de compensarla. 

—Será mejor que nos apresuremos—Comenté, poniendo el coche en marcha. Agnes asintió mientras se colocaba el cinturón de seguridad. 

Era hora de que hiciera algo por mí también. Volver a trabajar, retomar la rutina. Si bien todavía no estaba en posición de recuperar la empresa, podía empezar con trabajos adicionales. Después de todo, y más allá de mis aventuras y desvíos, el título de abogado lo conservaba. El trabajo lo podía hacer. Mollie necesitaba un padre que le diera un buen ejemplo, y eso mismo iba a hacer. Darle un buen ejemplo. 

Llegamos quince minutos tarde, sin embargo, no era un tiempo que no se pudiera recuperar. Agnes avanzó a la delantera, a paso rápido, mientras revolvía en su bolso en busca de los documentos. El cielo se había cerrado, anunciando una tormenta.

—Siento el retraso. Ya estamos aquí—anunció Agnes, con la respiración agitada debido al paso rápido con el que había caminado.

Remangue mi camisa hasta mis codos. Me sentía sofocado en aquel lugar. Me hacía acordar a las reuniones de la empresa, que duraban horas y horas. 

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