11. No soy ella... ¡Yo soy YO!

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—¿Y qué hiciste pues? —preguntó el chico que salía de mi regadera secando sus cabellos negros. 

—Lo he evitad —dije sin apartar la mirada de mi celular donde leía "Cosas inesperadas" de Mary_Ere en Wattpad.

Sonrió.

—Ay enana —replicó el de ojos azules—, eso no lo va a solucionar.

—Lo sé —dije deteniendo mi lectura—, ya lo sé, pero esto no tiene solución. Él solo me quiere por el corazón de Sucrette... ¡Ahgg! Izán, no sabes cuánto la odio. 

Izan se carcajeó.

—Sucrette está muerta —recordó Izán.

—Y aun así me atormenta —me quejé—... No hay forma de que gane, peleo contra un fantasma, y golpeando al viento no acertaré ningún golpe.

—Pero al menos le dijiste lo que sientes, ¿no? —preguntó dejándose caer a mi lado. 

—Más o menos...


* * 


—¡Es suficiente, Castiel. Ya me cansé de esto; y es que parece que a tu maldita cabeza peliteñida no le funcionan algunos cables o le faltan algunos tornillos! —grité furiosa. 

Castiel me tenía hasta la ma...ñana siguiente y tal vez otros días.

—Deja el drama, plancha —dijo provocándome gruñir.

—¿Plancha?... ¡¿Plancha?!... ¿De dónde diablos soy una plancha?, Castiel soy copa C —grité furiosa y él se rió, pero yo no. Yo estaba en serio molesta, muy molesta—. Mira imbécil, si no eres capaz de diferenciarnos, si sigues tratándome como si fuera ella, no te quiero cerca mío... yo no soy Sucrette, soy Maryere... repite conmigo Ma-ry-e-re.

»No somos iguales, de hecho me gustan cosas diferentes a ella —dije y señalé las cosas que nos hacían diferentes—: yo canto bien y no ando en motos, yo no soy una matada en los estudios, me gustan los deportes, mi cabello no es amarillo y mis ojos son azules, tengo busto, un gran busto además. ¿Cómo puedes confundirnos? Somos totalmente diferentes... pero, si no puedes verlo, no te necesito. Déjame tranquila...


* *


—...Y me fui furiosa. Desde entonces cuando lo veo venir me voy. No puedo estar cerca de él, me duele que no sea capaz de verme a mí, a Maryere —dije volviendo la mirada a esa novela que me tenía loca. 

Izán acarició mi cabeza.

—Pero no le dijiste que lo amas —dijo.

—¿Cómo por qué le diría algo como eso? —pregunté aterrada.

—Porque lo amas —dijo como si fuera algo obvio.

Y la verdad es que era obvio que yo lo amaba, se me notaba por todas partes.

—¡Izán! —exclamé llena de vergüenza, golpeando su brazo con mi puño. 

Ese ojiazul de cabellos negros, del que me hice amiga cuando estuvimos en el hospital, era en realidad mi hermano. Un hermano que no recordaba tener, uno que, aunque después del accidente no recordaba, amaba ahora con toda mi vida.

Ahora que estaba dejando atrás a Sucrette, mis recuerdos y mi vida como Maryere estaban tomando normalidad. 

Ahora podía disfrutar de los míos que eran míos, y tenía nuevos amigos a los que quería por ser mis amigos y no de ella.

Sucrette y Rosa fueron las mejores amigas, y aunque yo la quería bastante, me llevaba mucho mejor con Iris.

Aunque quería demasiado a Kentin, pues tenía muchos más recuerdos de él que de ninguno otro, Lysandro y yo teníamos afín la música.

Lo único que esa que yo intentaba matar, y yo, teníamos en común era un corazón y el idiota que venía incluido en él: a Castiel. Uno que ambas amábamos. Bueno, uno que ella amó y yo amo.


Continúa...




SUCRETTE ESTÁ MUERTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora