Capítulo 5 Un final épico

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Capítulo 5 Un final épico

Los chicos surcaban los cielos en sus escobas mágicas. Hacían piruetas, no todas de manera intencional pues la lección de volar en escobas aún no la tomaban. El director, el prefecto Ignus Dumbledore, le había permitido a las gemelas armar su pequeña revolución por el bien de la magia.

Lo que nadie sabía es que Ignus tenía su pasado con Aimeé... Un escabroso pasado. Ellos se habían conocido hacía más de un siglo atrás en la escuela de magos y semi-dioses del Olimpo. Ambos eran muy jóvenes e Ignus se había enamorado perdidamente de la pelirroja. Él, ciego de amor y dominado por el poder de seducción de la hembra, le enseñó todos los trucos de magia conocidos y otros prohibidos. Y esta, una vez obtuvo todo el conocimiento necesario, lo dejó por un tal Mandrake, aunque luego se supo que andaba con un tipo llamado Gandalf y hasta hizo de las suyas unas Navidades con los tres Reyes Magos. Así qué Ignus Dumbledore también tendría su venganza después de todo. Nada lo haría más feliz que ver a Aimeé destruida y arruinada.

Romynah y Lynnes convencieron a sus amigos de ayudarlas en la misión una vez escucharon la terrible versión de los hechos que llevaron al asesinato del Rey Casimiro y su esposa a manos de la malvada bruja de cabellos de fuego, pechos voluptuosos, caderas redondeadas, nalgas firmes y piernas largas y torneadas. Y así emprendieron el viaje sobre sus escobas.

—¡Hey! ¡Espérenme! ¡No puedo controlar esta cosa!-— Baragund gritaba histérico al quedarse atrás del grupo.

—¡Eso te pasa por hacerte el listo Baragund! ¡Quién te mandó a tomar la aspiradora!— Le contestaba Romynah en un tono de burla.

Todos se reían al ver como el intentaba mantener el equilibrio sobre el aparato eléctrico que parecía ir más adelante que él.

—¿Por qué yo no puedo volar como Berenis?—Baragund protestaba.

—A mí ni me mires Baragundo. ¡Y ni pienses en tocarme por que sí me caigo te descuartizo—, contestaba una furiosa Berenis.

—¡Si te digo lo que piensa el fresco este! ¡Se ha quedado atrás para vernos los traseros!— Comentaba indignada Julieta.

—¡Miren Chicos! ¡Allí está el castillo de Oblitus!— Señalaba Lynness a la fortaleza que aparecía bajo las nubes.

—Aterrizaremos en el bosque. Atacaremos al anochecer—, Sugirió Romynah.

—Aaaaah. Yo que ya estaba a punto de lanzar una de mis bombas— protestó una decepcionada Diandra.

La noche caía en la sierra escarpada de Lapisuli. Los bosques aledaños al castillo eran lares peligrosos, infestados de las más horrendas y fieras criaturas salvajes. Para los viajeros era una trampa mortal, pero para este grupo de valerosos hechiceros, las alimañas malditas no eran nada para temer.

—¡Aaaaaaah! ¿¡Qué es eso!? ¡Mira esos ojos malignos, fulgurosos como nos miran!— Baragund gritó como soprano y corría a esconderse detrás de Roque.

—¡Fiat Lux!— conjuraba Nia y su varita mágica se encendía como una antorcha iluminando todo.

En esos momentos un pequeño ratón salía corriendo a ocultarse en su madriguera.

—Allí va tu monstruo Baragund—, bromeó Romynah.

—¡Miren! Ya llegamos a la muralla oculta del castillo. Detrás de esta hiedra hay una puerta secreta que nos llevará a un túnel que al recorrerlo nosguiará al interior del castillo— explicaba Lynness.

—Y cómo lo sabes con tanta exactitud Lynnes?— inquiría una curiosa y precavida Noelia.

—Eh, mejor les dejo la historia para otro día—, contestaba la gemela sonrojada. —¡Ahora, vamos!

Guerra de BrujasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora