Extra: Dos líneas

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¿Cuántas veces lo había hecho en el pasado? ¿Cuántas veces el resultado lo había aterrorizado? Soñó un montón de veces que el dispositivo demostrara el resultado que él esperaba, pero siempre era negativo.

Erin suspiró.

Debía mantener la cabeza fría, debía calmarse, o Wade iba a enterarse de sus actos. Debía tranquilizarse.

—Bien, ya es hora—se dijo hacia sí mismo—. Ya es hora.

Habían pasado algunos meses desde la sorpresiva propuesta del Alfa y Erin luchaba por controlar esos recuerdos que le causaban cosquilleos en el vientre.

—Relájate, tranquilo—se repitió por novena vez. Pasó ciegamente sus dedos por el dispositivo.

Pero su corazón siempre fue sincero. Su pecho iba a comenzar a dolerle debido a los nervios, a la ansiedad, al miedo.

Cuanto miedo tenía.

¿Cuáles eran las probabilidades de que el resultado fuera negativo? ¿Cuáles eran para que fuera, por primera vez, positivo? Erin comenzó a arrepentirse de tomarse la prueba él solo para darle una sorpresa a Wade, al parecer, era el momento que más lo necesitaba.

Volvió a suspirar.

¿Y si mejor lo dejaba hasta ahí y esperaba que su Alfa regresara a casa? Era lo mejor, su estabilidad emocional lo necesitaba, su Omega en especial.

—Eres un cobarde—murmuró entre dientes para sí mismo—. Sólo hace la maldita prueba y terminemos con esto.

Erin inhaló con profundidad y entró al baño.

. . .

—Dese prisa, por favor—pidió el Alfa a su chofer. No faltaba mucho por llegar, pero los nervios le ganaban.

No entendía el porqué de los nervios que Erin compartía a través de su lazo, pero eso no lograba más que ponerlo muy ansioso por llegar a casa.

Cuando al fin el chofer se estacionó, Wade no perdió el tiempo y caminó, casi trotando hacia sus aposentos. Desde el momento que ingresó, buscó a su Omega, pero no lo encontró a simple vista.

—¿Erin? —preguntó con suavidad.

Se guio por su olfato y halló el dulce olor de Erin del baño. Intentó abrir la puerta, pero se encontraba cerrada.

—Erin ¿estás bien?

Sintió una punzada en el pecho.

—Ábreme la puerta—pidió, pero no recibió respuesta alguna más que otra punzada—. Erin, por favor.

La puerta se abrió con suavidad. Wade no dudó en reaccionar al ver los llorosos ojos del menor.

—¿Qué pasa? —preguntó, estrechando el cuerpo de Erin contra su pecho con protección—¿Qué tienes?

—Yo... —murmuró débilmente—. Lo hice, Wade, me...

El Alfa alejó suavemente desde los hombros a su Omega, buscando su mirada.

—¿Hiciste qué?

—Me hice una prueba de embarazo.

Wade guardó silencio por un momento sin ocultar el asombro en su rostro.

—¿Qué? ¿y no me esperaste? —soltó sin saber qué decir. 

Erin corrió su vista, limpiando el rastro de sus lágrimas.

—Quería hacerlo por mí mismo, perdón—contestó, entristecido—. Quería darte una sorpresa antes que volvieras, pero...

—¿Y el resultado? —preguntó Wade, interrumpiéndolo. Erin aún mantenía su vista nublada, pero aun así pudo identificar un pequeño brillo en los ojos de su Alfa.

Almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora