DOS

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Las citas no entraban en el paquete después de completar una misión.

Sarada salió de la oficina con paso lento.

"En cuestiones de defensa o batalla estoy seguro que destacarías, Boruto, pero está era una misión de diplomacia. Nuestra futura Hokage lo ha hecho bien."

Ella apretó los labios sin levantar la mirada.

Acomodó sus lentes y tomo una respiración profunda. No podía posponer más su entrenamiento, si no corría el riesgo de quedarse atrás. Si el Séptimo le había dado la confianza de ser su posible sucesora ella debía mantener un raiking de poder considerable.

—¿Vas a tu casa?

Se giró para ver a Mitsuki con un gesto curioso. Boruto permanecía atrás con su habitual rostro de fastidio, levemente atento a su respuesta.

—Si— dijo tocando sus lentes por instinto, —También quiero descansar.

—Lo mereces— Mitsuki le dió una sonrisa. —Buen trabajo liderandonos.

—Gracias— mencionó distraída.

—No quiero verte al menos en una semana— Boruto se acercó con los brazos cruzados. —Te lo advierto.

—¿Esa es tu forma amable de decirle que quieres que descanse?

—¿Eh? ¡Yo no...!

—Les veo luego, chicos.

Caminó a paso lento observando la villa a su alrededor.

A Sarada le gustaba Konoha por varias razones. Pese a ser una metrópolis ninja en el vasto País del Fuego no dejaba de tener esas pinceladas rupestres que caracterizaban su cultura. Había hecho incontables misiones a lo largo de los años, y en cada aldea que llegaba la modernidad escalaba a pasos agigantados.

Konoha era movida y a su vez estable, tenía los beneficios de la tecnología sin perder su esencia tradicional. Gran parte de esto se lo atribuía al Séptimo, y esa era una de las cualidades que ella quería mantener en su propio mandato.

Saludó a varios transeúntes, algunas caras conocidas y otras no. La aldea estaba familiarizada con su rostro debido a que en su presente, cada vez habían menos ninjas y los que permanecían eran parte de clanes legendarios. Una de las cosas que siempre estaba en la mente de Sarada.

Estaba entretenida en sus propias deducciones cuando escucho que alguien la llamaba por su nombre.

—¿Eh?

—¡Sarada!

Su expresión se relajó. Chouchou Akimichi la saludaba con la palma arriba y una expresión de visible alegría. Ella apuró su paso con una sonrisa extendiéndose en su rostro mientras su ofuscada amiga la envolvía en un abrazo apretado.

—¡No notificaste que volvías! ¡Estás aquí después de tanto, Sarada!

—Chouchou— dijo en medio de su apretado agarre, —estás asfixiandome.

—¿Por qué soy la única emocionada en este reencuentro encantador?— se quejó despegandose mientras la tomaba de los hombros. —¿Hiciste otra amiga en tu larga misión, eh Sarada?

Un Vistazo al FuturoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora