Capítulo 3: Nathan

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Capítulo 3: Nathan    

Gustavo. Oh, mierda.

—Eh, lo siento—. Me disculpé con Gustavo.

—Le estábamos pidiendo una taza de café—dijo el gemelo de Nathan.

—En seguida se lo traemos—dijo Gustavo sonriendo. Después me miró con media sonrisa.

Caminé detrás de él con paso apresurado. Llegamos al lugar donde se encuentran las cafeteras, vasos, tazas, máquinas de refresco y jugos.

—Bien ¿te dijo cómo lo quería?

Joder, no recuerdo.

—Eh… no, sólo dijo una taza de café—según mi memoria.

Gustavo asintió y dijo:

—Le daremos normal—apuntó la cafetera de mango verde—ésta es la cafetera que tiene el café normal y ésta—dijo apuntando la del mango naranja—es la que contiene el café descafeinado.

Okay, todo anotado en la mente.

—Oye, Gustavo—se volvió para mirarme mientras colocaba en la bandeja un botecito de crema líquida y azúcar Splenda—no quiero atender esa mesa.

—Lo siento  mucho, pero es nuestro trabajo atenderlos, así que… tendremos que hacerlo, pero no te preocupes yo la atiendo más que tú.

Le sonreí, era una buena persona.

Después de que Gustavo y yo atendimos varias mesas… y de que Gustavo se quedaba con toda la propina, decidimos que era tiempo de comer algo; afortunadamente Matthew y sus amigos (incluyendo a su novia) ya se habían ido, nos sentamos en una mesa alejados de los clientes más cercanos.

—¿Y cuánto tiempo llevas viviendo aquí?—le preguntó a Gustavo.

El gerente Carlos nos permitió comer un poco de la comida del bufet; yo agarré macarrones con queso, puré de papa y un pedazo de pizza, mientras que Gustavo tomó espagueti verde y puré de papa.

—Pues… se diría que toda mi vida—contestó él—¿tú?

—Ah, bueno pues como casi dos semanas.

—¿Quieres ir a dar una vuelta después de salir de aquí?

Atrevido, fue lo primero que pensé

—Creo que será mejor que no, o tal vez después.

Él asintió y yo hice lo mismo, terminamos de comer y nuestros compañeros se acercaron y sentaron en la mesa con sus platos de comida. Algunos me sonrieron, que eran a los que ya había visto hace unas horas, y otros simplemente me vieron extrañados porque no me conocían.

—Weddy, tú te puedes ir después de que termines de comer durante los días de entrenamiento.

—Oh, genial. Gracias.

—Reglas son reglas—contestó Gustavo.

Terminé mi comida y caminé para tomar el autobús. El camino para llegar a la parada era un poco largo, como unos 50 metros o más;  el restaurante/bufet estaba ubicado en una plaza comercial, así que prácticamente paso por todo el estacionamiento de la plaza. El cielo está en el punto perfecto para tomar una foto hermosa al atardecer, es una combinación de rosa, anaranjado, amarillo, azul y  blanco.  Simplemente la vista perfecta. Al llegar a la parada del autobús tomé asiento,  había  si acaso 5 personas, a lo mucho, esperando el autobús.

—Tardaste mucho en salir, pensé que saldrías más temprano.

La voz se me hizo conocida pero no logré identificarla, giré un poco y vi a alguien con la cabeza agachada, era un hombre. ¿Quién me habla?

Tan solo un poco de tu corazón -suspendida-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora