capítulo 1: el desconocido

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Sonó el despertador. Eran las seis de la mañana, y como todos los días, Sam se acercó a la ventana y observó pequeñas gotas de lluvia deslizándose sobre el cristal.
Aún era de noche. Aunque era Abril, seguía haciendo frío y los rayos de sol aún no asomaban en el cielo.
Sam se quedó un par de minutos observando cómo la mayoría de personas andaban ajetreadas ya de buena mañana, a lo que seguramente serían sus puestos de trabajo.
Todo aquel que cruzaba la calle bajo las farolas, iba bien abrigado.Y es que en su ciudad natal, Paris, el frío era algo habitual. Vivía en el Quartier Latin, el barrio más animado y juvenil de Paris, donde los pintores y artistas daban a conocer sus obras.

- Genial...otro día en el que tendré que ponerme cuarenta capas, y además, paraguas.

Se dirigió al baño para darse una rápida ducha, y vestirse. Dudó entre ponerse un vestido y medias, o un buen y cómodo jersey y unos vaqueros desgastados. Optó por la segunda opción y dejó su largo cabello rubio oscuro suelto. Como todos los días, usó sus cremas y se maquilló de forma natural. Pintó una raya negra y oscura en su párpado inferior, y se puso un claro colorete en sus pómulos.

Un vez terminó de arreglarse, se acercó al salón para ver a sus gatos, Ellie y Frodo mirándola junto a sus cuencos, pidiendo comida con sus miradas.

- Está bien...pero portaos bien y no hagáis fiestas mientras estoy trabajando, ¿eh? - les dijo mientras maullaban.

Preparada para irse a trabajar, tomó del perchero su abrigo verde pistacho que había comprado semanas atrás en Galeries Lafayette, y descendió por las escaleras los dos pisos que la separaban de la calle.

Normalmente acudía andando a trabajar, tardaba una media hora y pasear en Paris siempre era una maravilla, pero hoy no tenía ganas debido a la lluvia y el frío. Tras cruzar dos calles, llegó a la parada de metro de Saint Michel Notre-Dame, donde subió al tercer vagón de metro tras esperar solamente un minuto a que llegara.
Diez minutos después llegaba a la parada de metro de Austerlitz donde debía bajar para encaminarse al puente de Charles de Gaulle.

Subiendo las escaleras, recordó no haber mirado los whatssap que podrían haberle llegado mientras dormía la noche anterior, con lo que decidió leerlos mientras caminaba.

Tras tomar el puente que la llevaría a su trabajo, se puso a leer los mensajes. La mala suerte quiso que sus manos pequeñas y de mantequilla dejaran caer el móvil en el momento en el que chocó contra un hombre.

- ¡Mi móvil! - gritó Sam agachándose corriendo a por éste.

- Pardonnez-moi mademoiselle - contestó un hombre en un claro intento de acento francés, que denotaba que no era su lengua materna, mientras se agachaba nervioso a ayudarla.

- Ella alzó la vista y se topó con un hombre de mediana edad, de pelo oscuro y rizado.

- N´importe pas - contestó ella intentando ser amable, aunque internamente lamentaba el destino que podría haber sufrido su teléfono.
Este hombre...le conozco de algo. ¿Donde lo he visto antes? - pensaba en silencio mientras el incómodo desconocido sonreía sin saber que decir.
El desconocido levantó la mano a modo de despedida mientras Sam retomaba su camino en dirección contraria a este.

Cinco minutos bastaron para llegar al imponente edificio de ladrillo caravista, donde se encontraba una enorme puerta con dos pilares a los lados de color blanco.
Sobre ésta podía leerse "Institut médico-légal" y sobre sus letras una bandera tricolor ondeando con el aire, que como era habitual, soplaba en Paris.

Sobre ésta podía leerse "Institut médico-légal" y sobre sus letras una bandera tricolor ondeando con el aire, que como era habitual, soplaba en Paris

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la diosa de Hydra /  LokiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora