//CAP. 07//

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No tenía palabras para describir el dolor que se asentó en su pecho, el ardor de su garganta y el insistente cosquilleo de su nariz con el aviso de que lloraría una vez más, sus pies dolían bastante por correr, ya era su segunda huída en el día y lamentablemente su condición física era una porquería.

Cuando ya se encontraba en el hospital no pudo contenerse más al ver a la mujer que le dió la vida tras un manto blanquecino, un color tan puro como lo fue ella; las espesas emociones que resguardaba todo el tiempo en camino hacía con su difunta madre por fin se libraron de su cuerpo, haciéndose ver en forma de unas cuantas lágrimas secas. Secas porque no recuerda haber bebido algún líquido en todo el día y su boca pastosa y sin saliva se lo hacía saber.

Ya no tenía sentido vivir, pensó en su momento.

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El tiempo pasó volando tal cual agua deslizándose entre sus dedos.

Aquel día el cual iba a ser el funeral de su difunta madre llegó, la mañana en la que no quería siquiera pensar en ello, la tarde en la que tuvo que vestirse de negro y prepararse mentalmente para algo de lo cual no estaba dispuesto a creer. Era un día nublado, una gruesa capa de nubes cubrían todo Japón, sin embargo a pesar del ser un día triste a comparación de otros, las esponjosas nubes llenas de agua filtraban uno que otro rayo de Sol causando un cielo digno de admirarle.

Estaba en el cementerio completamente solo, no había ni siquiera familiares de su madre.

Su madre fue víctima de un embarazo a temprana edad, sus familiares no la apoyaron, la creyeron la decepción de toda la familia y simplemente la dejaron a su suerte. Su padre Hizashi, que inicialmente era el amigo de Inko, la apoyó en todo, más tarde empezaron una relación reforzada por el niño entre ellos... Eran realmente felices, pero Hizashi murió en un viaje de avión pues trabajaba en el extranjero.

Tampoco tenía amigos para que le acompañasen ese día; solo era el ataúd donde estaba su madre, el padre de iglesia y el pequeño de pecas. No podía parar de llorar viendo aquel ataúd frente a él, aquél pedazo de madera que guardaba con elegancia el cuerpo helado de su progenitora.

Finalmente y cuando menos lo esperó le tocó decir algunas palabras, cosa que él padre le hizo saber despistandolo de su bruma de pensamientos.

--Mami... --susurró mientras pasaba las yemas de sus dedos en el bálsamo terso de la madera del ataúd, vió su reflejo en la pulcra superficie y dejó las flores de entre sus manos encima--. Enserio intenté ser buen hijo... Pero te mentí, mentí durante años con tal de no preocuparte y ahora veo que... no debí hacerlo.

»Fuiste una gran madre, una maravillosa mujer que sabía cómo darme una buena vida a pesar de estar quebrandose por dentro, la muerte de papá..., tu dolor físico, tu dolor mental... No puedo siquiera imaginar cuánto tuviste que soportar con tal de hacerme feliz. Yo también quise hacerte feliz, me esmeraba en los bailes de preescolar, me esforzaba en tener buenas calificaciones y mantenía una buena cara... espero haberlo hecho bien a pesar de llegar a casa con una expresión amargada que de vez en cuando tú te percatabas que tenía.

»Lamento no poder decirte la verdad desde un principio, sé que te enojaría mucho saber ésto. Eran falsos mis amigos, las salidas tardías y las excusas todos los días. ¡Enserio lo siento mucho! ¡Hubiera querido que... Que tú...! Tan siquiera comentarás algo de ti.....

▪Diferentes Edades▪ [Katsudeku] ||FINALIZADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora