Capítulo 3 (Parte 1 y 2)

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Roaring Springs, Texas, Estados Unidos.

Lunes 17 de junio de 2013.


Desciendo por las escaleras en un trote despreocupado mientras me estiro para terminar de desperezarme. Llego a la cocina, atraída por el delicioso olor a huevos y tocino que provocan un rugido en mi estómago; no me sorprende encontrar a mi madre en el lugar.

Siempre ha sido la misma rutina desde que tengo memoria. Mi padre se levantaba el primero para trabajar temprano en los quehaceres del rancho, mi madre se levantaba más tarde y preparaba el desayuno. Después me levantaba yo cuando la comida estaba casi lista e iba a avisar a mi padre justo casi al mismo tiempo en el que mi abuelo se despertaba para tomar todos juntos el desayuno en el comedor.

Sonrío con nostalgia ante esos recuerdos.

—¡Buenos días!

—Buenos días, cariño.

Me acerco y le doy un beso en su mejilla.

—¿Quieres que ayude en algo?

—Sí, ¿podrías preparar el café?

Asiento y hago lo que me indica. Minutos después colocamos el desayuno en la mesa en un agradable silencio.

—Extrañaba esto —confieso.

Me sonríe abiertamente, desprendiendo esa aura maternal tan propia en ella.

—Y yo, cariño. Parece que hayamos echado el tiempo para atrás.

—Sí.

—¿Y Declan? —cuestiona terminando de poner los utensilios.

—Creo que está en una llamada. Todavía tiene que ocuparse de ciertas cosas del trabajo. Bajará en cualquier momento.

Asiente.

—¿Podrías avisar a tu padre de que el desayuno está listo?

—Claro.

Salgo de la casa y aspiro profundamente, disfrutando de aquel característico olor que tanto extrañaba.

A medida que avanzo me es imposible no notar que algunas cosas han cambiado, ya sea porque se han remodelado, renovado, colocado o quitado. Es agridulce ver cuánto tiempo ha pasado. No obstante, los buenos recuerdos son los que tienen una sonrisa tirando de mis labios mientras camino con la tierra bajo mis pies mientras me dirijo hacia el granero, donde seguramente se encuentre mi padre.

El racho Santa Rosa cuenta con un total de 200 hectáreas, en donde también está incluida la casa. Siempre ha sido una tierra productiva y nos ha dado para subsistir.

Tiene un gallinero, un amplio granero para el ganado y un establo en donde guardamos los caballos. No tenemos muchos, pero son los suficientes para guiar al ganado. Cerca del establo también hay una zona de pasto. El rancho goza de unas magníficas hectáreas de prado verde y algún que otro arbolado. Y, además, cerca de la casa hay un pequeño huerto que mi madre siempre se ocupa de cuidar con dedicación y amor.

Al llegar al granero, me llevo una sorpresa.

—West.

El susodicho se gira en mi dirección al oír mi voz.

—Buenos días, Roxanne —saluda con su típico asentimiento de cabeza.

Sonrío con extrañeza.

—Hola. ¿Qué haces aquí? —Ladeo ligeramente mi cabeza, curiosa.

—Ayudo a tu padre. Quiere remodelar el granero, así que me ofrecí como voluntario. Al principio se negó a que lo ayudara, pero tu madre le recordó que no podía esforzarse como antes —explica tranquilamente—. También reparamos el cercado que rompió una de las vacas hace un par de días.

El Lugar Donde Pertenezco: Parte 1 [Disponible en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora