Capítulo 2 (Parte 1 y 2)

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Roaring Springs, Texas, Estados Unidos.

Domingo 16 de junio de 2013.


Desciendo del coche de un salto. Escucho a Declan mascullar una maldición, puesto que cuando bajé, él todavía no había detenido el coche completamente. No le doy mucha importancia y continúo mi recorrido hacia el hospital, sintiendo la adrenalina fluir ferozmente por mi sistema con cada paso que doy al mismo tiempo que el miedo trepa por mi pecho.

El olor clínico inunda mis fosas nasales cuando traspaso la puerta del hospital, y siento las ganas de llorar regresar a mí. Respiro hondo y troto hasta la recepcionista, quien clava su vista en mí al oír mis pasos apresurados.

—¿Podría decirme dónde tienen a mi abuelo? —cuestiono, mi voz saliendo entrecortada. Soy un manojo de nervios.

—¿Nombre?

—John Strait.

Retuerzo mis manos con impaciencia, sintiendo mi corazón martillar con fuerza contra mi pecho.

Apenas me dice dónde se encuentra me encamino a pasos apresurados por los pasillos. Ni siquiera escucho sus indicaciones. El hospital no es demasiado grande y conozco el lugar, por lo que no tardo demasiado en encontrarme con mis padres. Ellos rápidamente se percatan de mi presencia. Me detengo en seco, sintiendo un dolor atravesarme al ver el color rojizo en sus ojos.

Solo necesito que mamá abra sus brazos en medio de un sollozo para reaccionar. Corro, terminado de acortar la distancia. Su aroma maternal me envuelve al igual que sus brazos e inevitablemente rompo en llanto. Pronto siento cómo papá se une al abrazo y una sensación de nostalgia me embarga. Los echaba de menos. Sin embargo, no se suponía que nuestro reencuentro sería con el miedo latente de poder perder al abuelo.

—¿Cómo está?

Las manos de mamá acarician mi rostro delicadamente, sus ojos verdosos me analizan con detenimiento con una mezcla de sentimientos presentes en ellos.

—¿Viniste sola? ¿Dónde están tus cosas? —interroga, claramente evadiendo el tema.

—No hagas eso. Por favor, mamá, necesito saberlo —imploro, reteniendo a duras penas las nuevas lágrimas.

Ella asiente repetidamente, supongo que aclarando sus pensamientos. Mamá siempre ha sido una persona fácil de leer, por lo que sé que sea lo que sea que me dirá, no me gustará.

Comienza de nuevo a acariciar mi cabello, respirando todavía de forma entrecortada, pero más calmada que antes.

—El viernes por la tarde tuvo un infarto. Por lo que dijo el doctor, también parece que sufrió una contusión en la cabeza por la caída —dice al fin—. Está en observación.

Asiento, sintiendo mis lágrimas acumularse, y suspiro.

—Él va a estar bien. El abuelo es fuerte —murmuro, para convencerlos a ellos y a mí también.

—Seguro que sí, hija. Es fuerte como un roble. Va a estar bien —concuerda papá. Deposita un corto beso en mi cabeza, deslizando su mano por mi espalda en un intento de infundirme tranquilidad.

Pasamos un tiempo más de esa misma manera, hasta que noto que la atención de mi padre parece estar en algo a mis espaldas. Entonces lo recuerdo. Sorbo mi nariz y seco unas pocas lágrimas rebeldes de mi rostro, preparándome para lo que viene.

Sin duda no esperaba que esto fuera así.

George Strait siempre ha sido sobreprotector. Es entendible teniendo en cuenta que soy su única hija, la princesa de sus ojos, por lo que realmente espero que le agrade Declan. Claro que, si no lo hace, tampoco terminaré con él. Si hay algo que heredé de mi padre es la testarudez, y si tengo que hacer que se lleven bien, de una forma u otra, lo haré.

El Lugar Donde Pertenezco: Parte 1 [Disponible en Amazon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora