Pain & Rose: Capitulo 1

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" Es al borde del pétalo que el amor espera."

-William Carlos Williams.

Era la fiesta de Bienvenida, lo recuerdo bien, esa fue la primera vez que lo vi

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Era la fiesta de Bienvenida, lo recuerdo bien, esa fue la primera vez que lo vi. Sus azules hebras brillaban bajo las luces del antro, aquellos jeans ajustados lo hacían ver peligrosamente atractivo y aquella camisa de seda blanca le daba un toque suave pero a la vez ardiente que me dejo extasiado.

Mis pies se movían al compás de la música de manera estrepitosa y torpe, podía escuchar el canto de Valentin a mis espaldas, un chico azabache de tez nívea con una atrayente y extrovertida personalidad. También podía escuchar los feroces y pesados pasos de Aidan, un tipo duro, serio y que lograba causar miedo y respeto cuando le veías, y que por bien o mal era nuestro jefe.

Podía captar cada uno de los sonidos a mi alrededor pero no lograba hacer que mis ojos se apartaran de él; no entendía por que si solo era otro chico de cabello azul y sonrisa coqueta, o tal vez no...

La musica cambio drásticamente a una más suave, seductura y lenta. Los cantos desafinados de Valentin habían cesado y la euforia había sido drenada de mi sistema.

Con pasos suaves ya al son de la musica me acerque a él, me acerqué a aquella sonrisa que no me dejaba pensar, me acerque a aquel cabello azul como el océano.

Tan novio y sin lindo.– Fueron las primeras palabras que salieron de mis labios, palabras bobas y torpes, palabras que lograron hacerlo reír. Aquella risa inundó rápidamente mis tímpanos, embriagandolos y creando un sin fin de sensaciones en mi interior.

Aquellas sensaciones surcaron mi pecho como un huracán, un huracán feroz y bravo que amenazaba en arrazar todo a su paso. Podía sentir como una euforia invadía mi cuerpo con rapidez y fuerza, dejándome desorientado y abrumado.

Liam, me llamo Liam Smith.– Dijo luego de aquella risa mostrándome una coqueta sonrisa tan devastadora como su risa.

Theodoro, soy Theodoro Bearman.– Respondí de manera coqueta, orgullosa y divertida como había aprendido ya hace un tiempo. Le extendí mi mano, una simple y amigable manera de presentarse. Y al sentir aquella gran mano sobre la mía un escalofrío recorrió mi espina dorsal haciendo temblar.

Y tras aquello presentación comenzamos a bailar, entre risas y bromas, entre algunos toques lascivos y coquetos, entre las luces y música suave de aquel antro. Mis manos paseaban por sus brazos mientras las suyas acariciaban mi cadera, sus ojos de hallaban en los míos los cuales no lograban apartarse de esa sonrisa seductora, de aquellos ojos castaños que parecían esconder miles de galaxias en ellos y de aquellas oceánicas hebras tan brillantes como el mismo mar cuando el sol lo baña con su luz. 

Y sin saberlo o esperarlo, comencé a sentir aquello que jure enterrar en lo mas recóndito de mi ser.

Y sin darme cuenta comencé a enamorarme de aquellos azules cabellos.

Y sin darme cuenta comencé a enamorarme de aquellos azules cabellos

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