Capitulo III: Fin del Sueño

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El pilar de luz solar fue detenido.

Nacido del propio sol, un ataque que cargaba con un poder más allá de la comprensión, nacido para repartir la justicia primordial de las deidades, se vio detenido no por un defensa de origen demoníaco o bendecida por los dioses. Era un simple escudo, un escudo humano forjado con metales y pieles de bueyes; llamarlo una defensa digna de dios, era simplemente estúpido ante cualquiera salvo dos individuos: su portador, y quien lo falsificó.

Eran solo siete anillos que cubren el cielo ardiente.

[¡Rho Aias!]

Los siete pétalos de energía aparecieron en el momento indicado, respondiendo al llamado de aquel que los nombró su más grande defensa

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Los siete pétalos de energía aparecieron en el momento indicado, respondiendo al llamado de aquel que los nombró su más grande defensa. Y pese al inigualable poder detrás del cometa solar, aquella protección humana lo detuvo en seco con su primer pétalo, creando una onda de choque tan poderosa que la arena de combate en su conjunto se estremecería.

—¿Oh?, ¿conseguiste frenarlo? Es ciertamente impresionante, Emiya.

El renacido Ra, flotando a unos metros del suelo gracias a sus nuevas alas, mantenía su postura relajada. Tan solo se dignó a mover su lanza con su mano derecha para destrozar las espadas arrojadas por el héroe, las cuales parecieron materializarse y dispararse desde el aire. Si aquello molestó a la deidad, no lo demostró.

—Sin embargo, tengo una pequeña duda estimado Emiya... ¿Cuánto poder puedes resistir?

Ra solo necesitó mover sus dedos y, como un segundo meteorito, el mismo pilar de luz amplificó su poder, ejerciendo aún más fuerza contra Rho Aias. Fuerza que el propio Shirou comenzó a resentir en todo su cuerpo, pues su energía mágica estaba manteniendo la activación del escudo; dicho dolor se vio amplificado cuando el primer pétalo se rompió, y el segundo comenzó a quebrantarse.

—(T-tks... ¿c-cómo se volvió tan fuerte?) —ante la ruptura del segundo pétalo, el héroe de la humanidad tuvo que sujetar su brazo derecho con el izquierdo con tal de no perder la concentración. La banda roja de su cabeza se soltó debido al aire liberado por las ondas de choque.

La deidad continuó bombeando de forma incesante energía solar hacia Shirou, rompiendo una por una las capas del hermoso escudo de Aias. La tercera, cuarta, quinta... cuando el pilar, al menos tres veces más grande que en su inicio, comenzó a penetrar el sexto anillo, Shirou ya se encontraba hundido en un gigantesco cráter apenas pudiendo mantener en alto el escudo. Con una sonrisa complacida ante el magnífico acto del falsificador, el egipcio comenzó una suave caminata hacia su oponente, bajando por el cráter y quedando frente a frente con él.

¡Esto es increíble, el señor Ra fue capaz de dar vuelta el combate totalmente y poner contra las cuerdas a Shirou Emiya! —Heimdall relataba el combate, perplejo por el espectáculo.

La espada de la humanidad cayó de rodillas, apoyando su brazo izquierdo en el suelo mientras el derecho, calcinado por la cercanía de los rayos solares, apenas podía mantener las dos últimas capas de su defensa. Sorprendentemente, Ra se puso de cuclillas ante él mirándolo a los ojos, los cuales no habían perdido aquella dureza del acero.

Regord Of Ragnarok: The Legends Never DieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora