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Dejé que mi cuerpo siguiera la música, lo dejé libre, me movía con motivación y ligereza, seguía sonriendo, lo disfruté tanto que no me di cuenta en que momento la música paró. Había bailado para mí y ahora me sentía liviana, aunque la adrenalina todavía fluía en mis venas.

Escuché los aplausos hasta después. Luego de la clase me di cuenta que quien los empezó fue el profesor ya que todos estaban aturdidos por lo que acababan de ver.

Yo solo entendía una cosa, me había liberado de toda culpa, de los sentimientos escondidos dentro de mi pecho.

El baile se convirtió en algo mío, me pertenecía tanto como a ti.

Pero a mi manera.

Bailando por tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora