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Después de clases intestaste hablar conmigo pero yo te evité. No quería que mi buen humor se disipara. Así estuvimos hasta que no soportaste más mis evasivas.

– ¿Por qué me ignoras?–explotaste en el receso.

– ¿Te ignoro?– contesté más fría de lo que pensaba.

–Me evitas cuando me acerco.

–Tal vez porque no quiero hablar contigo. – Te iba a rebasar pero me detuviste poniendo tu mano en mi hombro.

– ¿Por qué?– sabía que ibas a insistir hasta que te diera una respuesta. Traté de mantener la calma.

– Te agradezco que me enseñaras a bailar, fueron unos días muy intensos y admito que si me divertía mientras lo hacíamos. Pero ahora he decidido que ya no bailaré, no en la clase de baile. En estos días he pedido que me pasen a la clase de cocina. Se me da mejor que aprender movimientos.

Supe que no entendías de que estaba hablando, me insististe en no dejar la clase, pero ya estaba decidido. Quería brillar con lo que me gusta a mí, no a costa de otro ni sentirme reemplazable.

Bailando por tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora