Comienzo.

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Hace diez años.

Estoy en casa, es sábado, es junio. Hace frío, miró por la ventana las hojas que caen de los arboles están por todo el patio. Quiero salir a jugar con ellas pero mi madre no me deja, ella esta encerrada en su dormitorio,  como siempre. Llevo mis muñecas al marco de la ventana, las siento y las pongo a mirar. Les hablo, les leo, las alimento y las hago dormir. 

Mi madre sale de su habitación con un abrigo rojo largo y una bufanda negra larga. Tiene sus maletas con ella. Yo no entiendo nada. Estamos las dos solas en la casa por que mi padre esta de viaje por su trabajo. Suena el timbre y ella se apresura a abrir la puerta, hay un hombre parado y toma su maleta. Sin entrar a la casa y sin levantar la cabeza.

Mi nombre suena, ella lo dice: "Paz, debes ser fuerte. Estaré orgullosa de ti" , dejándome un beso en mi cabello. Luego de eso se va, estoy sola. Por primera vez, estoy sola y no será la última.

Pasan las horas. Llega la noche. La oscuridad. Tengo hambre, tengo frío y tengo miedo. Comienzo a encender las luces de la casa. Busco en la cocina unas galletas para comer mi madre se enojará cuando vuelva pero tengo mucha hambre me duele la panza. 

Me encierro en mi dormitorio. Enciendo la televisión, mi madre se enojara por eso cuando vuelva pero tengo miedo y me aterra el silencio. Acuesto en mi a cama a todos mis peluches y muñecas. No sé cuando me quedo dormida ni hasta cuando.

Despierto por el timbre que suena de nuevo. Pienso que puede ser mi madre, abro la puerta. Es la Nona. Está enojada. Una lágrima rueda por su mejilla. Me abraza fuerte. Luego me pide que tome ropa y unas muñecas que me iré a su casa por unos días.

Pasaron noches y días hasta que llego mi padre. Cuando llego esta enojado y triste. La Nona lo retaba, yo estaba en las escaleras y no entendía lo que decían pero si oía los gritos. Mi padre me abrazó y lloró mucho tiempo. Lloró en la casa, por la noche. Cantó canciones tristes que le hacían llorar por muchas noches hasta que un día se levanto y me dijo que la pena ya había pasado ahora seriamos felices. 

A mi madre nunca más la vi.

En el presente.

Subir esa noche a Julián no fue un error. Aún me parecía extraño que hubiera dejado la fiesta en su casa para acompañarme. Fuimos a comer al local de siempre, pedimos una hamburguesas, papas fritas y unas bebidas, nos fuimos hasta un mirador donde iba algunas veces cuando quería estar sola y mirar la ciudad con sus luces.

La conversación con él fluía de manera natural, era acogedor de formas que son difíciles de describir. Su sonrisa era cálida e iluminaba cualquier lugar donde estuviera. Cada vez que compartimos antes de esa noche era algo intenso, yo me allegaba a donde fuera que Julián estuviera y ambos nos sumergíamos en una burbuja que era energía pura. Luego de nuestras charlas quedaba impregnada de su humor, me sentía valiente y normal. Lo estaba evitando desde la noche de la fiesta donde destruí el auto de Daniel, la vergüenza al dejar que mi lado irracional ganara no me dejaba estar cerca de nadie. Recibía sus mensajes y los contestaba de manera escueta sin ser grosera pero nunca durante estos últimos seis meses le envié algún mensaje yo. 

Nos bajamos del vehículo quedamos ambos viendo las luces de la ciudad un espectáculo que disfrutaba siempre. Julián se aclaro la garganta.

-Supongo que te debo una disculpa- dijo con la vista en el suelo.

-¿Disculpa?- pregunte.

-Te pido disculpas por haber llamado a Dayan esa noche- su voz era casi un silbido- ¡No debí hacerlo! ¡fue mi culpa y te pido disculpas!

-Wow- exclame- ¿Tú llamaste a Dayan? 

-¡Yo vi a Daniel con Melanie...!

-¡No!- grite al momento de tomar su brazo ignorando la carga eléctrica que me llegaba- Yo tomé una mala decisión como el 80% de las decisiones que tomo y ya pague mi deuda con la sociedad.

Cuando Me Miras.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora