Te odio

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Te odio.

No puedo evitar sonreír con sorna al recordar las palabras que una vez una vieja amiga me dijo: el odio no es opuesto al amor, sino su igual, una vez ya apaleado y despojado de todo orgullo. Cuando odias a alguien, le estás diciendo que aún te importa.

Es irónico que un sentimiento tan poderoso, y a la vez tan destructivo, signifique lo opuesto a lo que mi corazón siente.
No ha habido un sólo momento de mi vida en el que no te haya despreciado, y aún así sigues siendo importante para mí.

Parece la burda descripción del masoquismo redactada en un blog cutre de internet, pero duele aceptar que es la triste realidad. Algo tan despreciable que consume mi alma a la velocidad de la luz, y a la vez la sume en una profunda y tórrida oscuridad sin retorno, es, al mismo tiempo, la razón del porqué sigo en pie.
Te odio porque aún me importas.

Juro que deseo con todas las fuerzas que ya no me quedan que pases a ser un simple recuerdo borroso de lo que una vez fuiste. Que el mayor peso que te mantenga atado a mí sea el vago deseo de rememorar el tiempo añejo y volátil.

Algunas noches me regalo el derecho a imaginar cómo sería una vida lejos de tu sombra.
Siempre me despertaba en medio de la oscuridad, sobresaltada, con el corazón latiendo a mil por hora, bombeando lo que eran sentimientos de remordimiento por lo que era haber deseado vivir sin ti.
Pareciera que controlases mis sueños, pues justo después de cada ensoñación, aparecías en forma de pesadilla para atormentarme.

Esas noches se convertían en el crepuscular más frío que jamás haya presenciado. Era una ración doble de la realidad mezclada con el miedo imaginativo que revoloteaba a diario en mi cabeza.

Si me pongo a nombrar las razones por las que aún te sigo odiando, no acabaría ni en un siglo. Pero he de destacar entre ellas el miedo.
Siento el orgullo herido al admitir que, de las mayores emociones que me hiciste sentir, el temor hacia tí predominaba.

Siento que, cualquier otro en mi lugar, hubiera palidecido ante ti de igual forma.
Una personalidad tan voluble y extremista.

Los buenos momentos los vivíamos como los mejores de nuestras vidas, como un precioso regalo venido del cielo.
Los peores eran la caída al infierno en picado, con suerte.

Igual es la rutina de esa montaña rusa de emociones a la que me expusiste, pero una parte de mí casi cree poder entenderte. Puede que haya adquirido tu forma de mirar al mundo. Puede que sólo sea la culpabilidad nuevamente.
Lo que sé es que, aún teniendo una parte de mí queriendo poder comprenderte, hay otra parte de mí queriendo huir de ti. Casi como una presa huye de su cazador.

Es en este momento donde palidece la racionalidad. ¿Quién ganaría; el instinto de supervivencia o el profundo arraigo emocional al que me sometiste y del cual me es imposible rehuir?
Desde fuera se ve que la elección más lógica es la de escapar.
Desde dentro, sin embargo, la lógica es un concepto que ha perdido por completo su significado.

Lo que una vez fue lógico se ha desvanecido para dar paso a injustas incongruencias las cuales no te vas a parar a examinar.

Has conseguido que, lo que en el mundo normal se conozca como racional, pase a ser una simple palabra arraigada a un pensamiento obsoleto, y es por esto mismo por lo que me importas y, a la vez, te odio.

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⏰ Última actualización: Jul 17, 2021 ⏰

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