GOLDENBOY ━━ Stephen Curry

27. SEBASTIAN STAN

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      ❛❛「EL PARQUE DE LA VERDAD」 ❜❜

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📍Constanza, Rumania
🗓️ 15 de junio del 2021

[Capítulo importante para la trama je je. Ya saben, comenten y les doy mas de esto. ]

El parque al que solía venir de pequeño está vacío, tal vez porque son pasadas las nueve de la noche. El clima es normal, pero sigo ocupando un suéter para cubrirme del aire fresco. Me siento en la banca y me doy la oportunidad de ver el panorama: las hojas de los árboles se mueven, la luna parece estar en su mejor punto y las estrellas brillan.

Todo está bien, incluso mis memorias del pasado dejan de ser un martirio. Rumania siempre sería mi lugar. No pensaba que llegaría el momento donde podría abrirme con respecto a lo sucedido, hasta hace un momento donde le conté a mi madre todo lo que pasó. No lloré, pero la tristeza se hizo presente, por un instante volví a ser Sebastian el de hace unos meses.

El aire pega contra mi rostro y cruzó mis brazos sobre mi pecho pensando en todo lo que estaba pasando en mi vida. Beckham y yo estábamos bien, no habíamos hablado de volver, pero las palabras sobran cuándo las acciones hablan por si solas.

— ¿Está ocupado? — Una voz a mi costado me hace girar un poco la cara. Un señor de aproximadamente sesenta años está mirándome esperando mi respuesta.

— No, puede sentarse. — Sonrío amable para que lo haga.

— No quiero ser entrometido, pero ¿qué te tiene tan afligido? — Su voz es melodiosa, tanto cómo lo era la de mi abuelo. La confianza que me transmite me hace responder.

— ¿Se ha enamorado al grado de no verse con nadie más? — Digo sin mirarlo. Mis brazos siguen igual y extiendo mis piernas.

El hombre suelta una risilla.

— Estuve casados dos veces. — Comienza a decir y de reojo veo que su vista se aferra al árbol que rebolotea sus hojas. — La primera vez fue con la madre de mi hijo, la mujer que hacía todo bien y se aferraba a mí mano a cualquier cosa que yo quisiera hacer, éramos iguales, casi dos gotas de agua. La amaba por eso, fue mi primer amor, aquel con el que pasas cosas indescriptibles, buenas y malas. Ella me enseñó tanto que es imposible no quererla. — En cuanto dice aquello mi mente viaja a todo lo que había pasado con Beck, nuestras primeras veces juntos y no hablo sexualmente, si no: viajes, aventuras y vivencias.

— ¿Por qué se divorciaron? ¿El amor no fue suficiente? — Enarco una ceja, alguien que amo así no puede volver a hacerlo.

Supongo.

— Los humanos confundimos amor con costumbre, nos aferramos a lo que fue, pero estamos equivocados, lo que fue no volverá. — Por segunda vez me mira, sus ojos son de un color miel y demuestran sinceridad. — Mi matrimonio terminó por decisión de ambos, ella necesitaba otras cosas, y yo no podía retenerla, creo que en el fondo siempre sabemos cuándo las cosas cambian, solo que nos hacemos ciegos. Astrid me dio un hijo increíble, en el está todo el amor que nos tuvimos.

Ahí decido hablar yo.

— Supongo que no estamos preparados para soltar una relación que marcó nuestra vida. Soltar es dolor, alejarte de una persona que amas es el precio más caro que uno paga en el amor. — Murmuro lo último. — Yo no podría hacerlo, no volvería a enamorarme, ella tiene lo mejor de mi.

— ¿Ella?

— Mi ex-prometida. — Respondo. — Novia, lo que sea que seamos. — Me da vergüenza que ni siquiera pueda darle el título que se merece. A esta fecha ya tendría que llamarla mi esposa.

— Seguramente es una gran mujer. — Sus palabras me hacen sonreír.

— Es la mejor. — Me limito a responder. — Mejor sígueme contando tu historia, ¿eh..? — Lo miro esperando que entienda lo que pido: su nombre.

— Richard, me llamo Richard.

— Soy Sebastian. — Le extiendo la mano y él la acepta. Pocos segundos después volvemos a nuestra anterior posición: el con las manos juntas sobre sus piernas, y yo con los brazos cruzados escuchando todo lo que dice. — Puedes seguir, es interesante.

— Al paso del tiempo conocí a Helena, un verdadero caso perdido. — Parece que recuerda a su esposa porque ríe. — Es lo contrario a mi, yo prefiero la montaña, ella la playa, ella adora los gatos, yo no los soporto. Me mantiene con los pies en la tierra y eso es lo más importante. Astrid y ella son tan diferentes, sin embargo, ambas son perfectas a su manera. — Termina diciendo. No puedo imaginar todo lo que pasó para que pudiera amar de nuevo, ¿qué tan difícil era?, seguramente un caso jodido.

— ¿Hay una diferencia en el amor que sentías por Astrid y el que sientes por Helena? — Quiero que me diga que no, pero su respuesta es un auditivo sí.

— Helena es mi complemento, mi alma gemela, la mujer de mi vida. La amo con todo lo que soy. — Nuestras miradas se encuentran y me enfoco en sus palabras. — Astrid es el amor de mi vida, pero no era la mujer de mi vida, yo quería que fuera ella, pero él destino sabía que no lo sería. La amé por lo parecido que éramos, y por la costumbre de siempre ser nosotros. Esa es la diferencia entre la persona que quieras para tu vida, y la persona destinada para estar en ella.

Su historia me deja pensando más de lo normal, sus palabras abrieron dudas en mi interior que nunca había tenido.

Tal vez, solo tal vez... mentira, Beckham y yo no estábamos juntos por costumbre.

«No, están juntos porque así el dolor lo sobrellevan mejor, están juntos por el dolor que comparten.»

Meneo la cabeza y suspiro molesto.

— ¿Estás bien?

No, no estoy bien.

— Sí, solo pensaba cosas sin importancia. — Me levanto con cuidado y miro a Richard. — Es hora de irme, y no está de mas decirle que me ayudó con sus palabras. — Me sincero.

El señor se levanta con cuidado y asiente sonriendo.

— Es un placer, puedes ir a mi casa cuando gustes, soy vecino de tu madre. — Ah, entonces por eso me parecía conocido.

— Lo haré, y tal vez conozca a mi novia. — Aprieto su mano y sonrío antes de darme media vuelta y caminar hasta mi casa.

Sus palabras daban vueltas en mi cabeza, no quería admitir que tenía razón en todo aquello, porque eso sería aceptar que dudo de mis sentimientos por Beckham, y si algo tenía seguro en la vida era solo de una cosa:

Amaba a Beckham McQuaid.