Después de diversas ocasiones, con sus diez años Himawari aún jugaba con sus muñecas.
Esa tarde era tranquila, Hinata preparaba la cena, Boruto estaba pendiente a su videojuego y Naruto tomaba una siesta. Por su parte, Kawaki sostenía todo lo que la niña le daba.
— Sosten con mucho cuidado a mi hijo. — dijo la niña, otorgándole un peluche.
Kawaki no comprendía, no le veía una lógica a jugar con muñecas.
Después de armar todo para tomar el té con sus muñecas, Himawari le pide al joven que tomase asiento al lado de ella. Éste, comprendiendo la inocencia de la niña, le sigue el juego, más que nada para descubrir el punto de realizar aquello.
— El juego es así: éste es mi hijo —señaló a un peluche— y tú y yo seremos esposos. — le comentó.
Kawaki se sintió extrañado, ¿qué ser esposo no era un papel importante en la vida de alguien? O esa era la idea que Naruto le había dado a entender con Hinata.
Con una mueca, la observa.
— No entiendo tu juego. —
Himawari lo observa, se acerca a su oído y le susurra las reglas.
