Al poseer el byakugan cargaba con un gran peso, y eso era algo que su abuelo le recordaba día a día.
Era típico, desde niño, al llegar al hogar de los Hyuga, su abuelo y tía los esperaba, para que al llegar la hora del entrenamiento éste le dijese "Hima, debes entrar duro para algún día convertirte en líder del clan". El joven odiaba eso, sentía que vivía una tortura.
Para su suerte propia, desde la muerte de su tío Neji, el clan había dejado de practicar el ninjutsu de la marca maldita, cosa que le hubiera tocado a él si así fuera.
Sus ojos le dolían, ya estaba harto, pero, ¿cómo huir de su propio destino? Boruto entrenaba con Sasuke y gracias al Karma era evidente que el uso del byakugan no era tan necesario, por su parte, Hima no era poseedor de otro dōjutsu o ninjutsu.
Era el heredero del byakugan, o eso le decía su madre con orgullo.
Para toda su familia era un futuro glorioso, un hombre fuerte y espléndido. Para él mismo, solo era otro eslabón en el mundo, pues aún no había decidido cuál camino seguir.
Algo era diferente; con la llegada de Kawaki sus entrenamientos no eran constantes y siempre le tocaba acompañarlo a donde fuese, eso era divertido.
Al llegar el invierno su abuelo decidió darle vacaciones a su nieto, cosa que lo emocionó, eran tres gloriosas semanas sin el uso del byakugan.
Todos pasarían esas semanas en familia, a excepción de Boruto, quien desertó la aldea junto al Uchiha para conocer el poder del karma. Hima siempre observaba la entrada de su hogar, y recordaba a su madre llorando por su hijo, siquiera él se acostumbraba a su ausencia.
Naruto parecía ni sentir la ausencia de su hijo, pues éste estaba pendiente a su trabajo y a él nuevo integrante.
Éste era una presencia impredecible, a veces era frío, no soportaba a nadie, y otras veces se mostraba frágil, débil, y era inevitable el no querer consolarlo.
