La Pirateria

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La Casa de Contratación de Sevilla. A partir de 1503 comenzó a funcionar esta instancia, establecida por la Corona española a fin de controlar las actividades mercantiles entre España y las Indias, y poner bajo su monopolio toda la producción de sus colonias. En cada puerto de las tierras conquistadas se encontraban funcionarios encargados de supervisar la producción, cobrar los impuestos, llevar los libros de la Hacienda Real y dar permisos para navegar y comerciar. Las mercancías debían ser exportadas e importadas exclusivamente a y desde Sevilla (de modo excepcional a Sanlúcar y Cádiz); la política de monopolio proscribía el comercio con extranjeros. Dado que muchos productos no eran de fabricación española, por lo que debían ser importados a España antes de su envío a las Indias, el valor con que se vendían en La Española podía ser incluso seis veces superior a su precio original.

Inversionistas europeos que no querían quedarse fuera del negocio buscaron insertarse en la vida económica de Sevilla y, de esta suerte, mediante agentes, inversión en compañías y préstamos a comerciantes, lograron influenciar decisivamente la asociación de mercaderes del lugar para 1543. La inmensa mayoría del oro, la plata y los demás productos americanos que a mediados del siglo XVI llegaban a Sevilla iba a parar a manos de capitalistas y firmas extranjeras.

Enfrentamiento de las potencias europeas. La Reforma protestante, las intenciones imperiales de Carlos V, la dependencia económica de España respecto a Inglaterra, Francia y Holanda y la lucha por el dominio del Atlántico, hicieron que estos países se alinearan en su contra desde 1550. Aprovecharon el escaso desarrollo económico e industrial de España y la atacaron por su flanco más débil al fomentar el comercio ilegal, el contrabando y el corso, tanto en la península como en sus posesiones de ultramar.

Corso. El corso se remonta a fechas tan tempranas como los años veinte del siglo XVI. Se tiene conocimiento de que en 1522 un barco procedente de Santo Domingo con destino a Sevilla fue atacado por un corsario francés llamado Jean Florin, el cual se apropió de todo su cargamento de azúcar. En 1537, otro corsario francés atacó los poblados de Azua y Ocoa, quemando ingenios y casas y saqueando todo lo que pudo; mientras que en 1540 un barco que recién había zarpado del puerto de Santo Domingo fue asaltado por corsarios ingleses.

El sistema de flotas. A partir de la década de 1540, el pillaje de los corsarios se intensifica. En respuesta, las autoridades españolas deciden amurallar las ciudades de sus colonias y disponen que los navíos que operaban entre Sevilla y las Indias naveguen en flotas o grupos de barcos debidamente protegidos para así resguardarse de los posibles ataques. Este sistema de flotas establecía dos fechas anuales de salida desde España, y fijaba unos puntos precisos de partida y llegada: los puertos de Sevilla, Veracruz (México), La Habana (Cuba) y Nombre de Dios (Istmo de Panamá), por lo que el barco que viniera a La Española debía separarse de la flota al llegar al Caribe o a La Habana y recorrer solo el peligroso camino hacia el puerto de Santo Domingo.

Sir Francis Drake. El recrudecimiento de las tensiones entre España e Inglaterra, debido sobre todo a las medidas españolas para intentar impedir el comercio ilegal entre sus colonias y buques ingleses y holandeses, así como a la lucha por ciertos territorios americanos (la teoría del mare clausum contra la deocupación efectiva ), movió a la Corona inglesa a dar apoyo financiero y político para saquear las indias españolas al navegante Francis Drake (1585).

Este atacó primero el puerto de Vigo, en España, y luego se dirigió a La Española, a cuyas costas arribó el 11 de enero 1586. Al día siguiente tomó la ciudad de Santo Domingo y allí se quedó, alojado en la Catedral, por todo un mes. Drake y sus hombres se dedicaron a destruir y a tomar todo lo de valor que encontraron a su paso: azúcar, cañafístola, jengibre, cueros, oro y plata, la artillería de la fortaleza, las campanas de las iglesias. Únicamente dejó la ciudad cuando recibió como compensación la suma de 25,000 ducados.

Contrabando. A pesar de los denodados esfuerzos de España, desde muy temprano fue evidente que le era imposible monopolizar el comercio de todas sus tierras americanas. En el caso de la isla de Santo Domingo, los altos costos y escasa variedad de productos provenientes de España, su ya precaria vida económica y su creciente marginalización respecto de otras colonias más favorecidas, en virtud de sus riquezas, por el gobierno español, ocasionaron que sus habitantes procuraran activamente el intercambio mercantil con europeos extranjeros. De ahí que el contrabando constituyera una de las bases de su economía. Portugueses, franceses, ingleses y holandeses mantuvieron contacto comercial con La Española a todo lo largo del siglo XVI, no obstante las medidas coercitivas que aplicó la Corona.

Esclavos, jabones, vinos, harinas, telas, perfumes, clavos, zapatos, medicinas, papel, frutas secas, hierro, acero, cuchillos, etcétera, eran comprados por los vecinos de La Española a cambio de azúcar, cueros, cañafístola, jengibre y tabaco. A finales del siglo XVI, los holandeses dedicaban anualmente veinte barcos de 200 toneladas al comercio exclusivo con Cuba y La Española.

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