Amy tenía un problema. Ella y su novio Brian estaban muy enamorados, y su vida sexual era genial, excepto por una pequeña cosa: Brian amaba las mamadas, y Amy las odiaba. Las odiaba. Fueron capaces de superarlo como pareja la mayor parte, pero Amy podía saber que Brian no estaba completamente satisfecho. Y ya que Brian había sido básicamente perfecto durante los dos años que han estado juntos, Amy había decidido darle una mamada en su próximo cumpleaños, no importa que.
Para ese fin, ella había ordenado el contenido de una enorme caja que había aparecido en su entrada. Si funcionaba como lo promocionaban, podría resolver su problema.
Ella recogió la caja, llevándola adentro, y se puso a trabajar abriéndola y deshaciéndose de la caja. Cuando finalmente lo puso en la mesa del café en toda su gloria, ella empezó a preguntarse si había cometido un terrible error.
Parecía como una futura de rayos retro futurista, de una compañía llamada Equipo Funcional Para Mejorar La Felicidad Sexual. Mejor conocida como el rayo F.E.T.I.C.H.E. para abreviar, pero era más un reductor de inhibición y una herramienta de reforzamiento de comportamiento más que un inductor de fetiches, aunque para todas las intenciones y propósitos esa distinción era más académica que funcionar. En resumen, instalaba en un objetivo una necesidad para realizar actos sexuales en específico, y completamente integrar ese deseo en la psique de la persona afectada, así que ni siquiera notarían que han sido cambiados.
En un lado del rayo estaba un marcador ajustable con 50 configuraciones diferentes, cada una con un pequeño símbolo correspondiente a un cambio en específico que el rayo induciría a su objetivo cuando estuviera activada esa configuración.
Ella recogió el manual de instrucciones. En la portada, todo con mayúsculas, decía "PRECAUCION: TODAS LAS MODIFICACIONES SON PERMANENTES E IRREVERSIBLES".
Amy ya sabía que los cambios eran permanentes, pero verlo confirmado por el manual del aparato que estaba justo en frente de ella de alguna forma hizo que las decisiones que enfrentaría en los próximos minutos se sintieran más reales. Ella siguió con el manual, pero el rayo era muy auto explica torio: configurar, apuntar, disparar. La información más útil era la lista de modificaciones de comportamiento en la parte de atrás del libro la cual correspondía a las configuraciones del marcador.
Bueno, si voy a hacerlo de todos modos, no hay necesidad de preocuparse, pensó impulsivamente. Ella configuro el marcador en "Mamada", apunto el rayo a ella misma, y lo activo.
Nada había pasado. O al menos parecía que nada había pasado. Intelectualmente ella sabía que el rayo probablemente la había afectado, ya que ella se había apuntado y lo activo y todo, pero no podía encontrar ninguna evidencia de que su mente había sido alterada, y ella no se sentía diferente.
Amy pensó sobre cómo se sentiría darle a Brian una mamada, para ver si se sentía raro. No, se sentía perfectamente normal; de hecho, ella se preguntaba porque había comprado un rayo para hacer que no quisiera darle a Brian mamadas en primer lugar. Espera, eso no estaba bien, ella quería mamársela. ¿Pero entonces porque no quiso? Algo no tenía sentido.
Amy regreso en sus pensamientos. Ella había comprado el rayo porque no quería darle a Brian una mamada. Ella había usado el rayo en ella. Ahora ella quería darle a Brian una mamada. La única conclusión lógica era que debía haber funcionado.
Ella estaba sorprendida en lo bien que funcionaba el rayo F.E.T.I.C.H.E. aparentemente integrando sus nuevos deseos en su personalidad. Se sentía como si siempre hubiera amado las mamadas, como si fuera la cosa más natural en el mundo. Es la cosa más natural en el mundo, se dijo a ella misma. Su verga entraría perfecta en mi boca, mi lengua lo volvería absolutamente loco, ¡y su espeso semen parece super delicioso! Sin mencionar que, a las parejas les debería gustar chuparse mutuamente.
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Los Cuentos del Rayo F.E.T.I.C.H.E.
Science FictionUna serie de historias sobre una pistola de rayos que puede modificar el comportamiento de las personas sin que se den cuenta.