CAPÍTULO 1

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A la inspectora Montero no le gusta demasiado el café, asique mientras lo apuraba, como en las últimas mañanas iba siendo habitual, contenía sus ganas de que una mueca la delatara. La razón de aquel esfuerzo la observaba desde detrás de la barra.

- ¿Con tarjeta Alma?
- Si Alfredo por favor.

Desde que la inspectora entró por casualidad en aquella cafetería de La Gran Vía de Madrid, una semana después de todo lo ocurrido, algo en aquel camarero la había hecho volver cada mañana.

  Era costumbre que las ojeras de la inspectora Montero delataran a cualquiera que la conociera un poco, como había conciliado el sueño la noche anterior. Pero le sorprendió que aquel tipo sin conocerla de nada, acertará incluso en el número de horas en que lo había hecho

- Buenos días, una mala noche ¿Verdad?
- Ni qué lo diga -. Dijo ella mientras se sentaba en una de las banquetas pegadas a la barra y sin mostrar demasiadas ganas de tener conversación.

- Déjeme entonces que la prepare el mejor café de Madrid, señorita...
- Alma, Alma Montero. Pero no se moleste en verdad preferiría...

Antes de que pudiese terminar la frase el ruido del calienta leche de la cafetera la hizo enmudecer.

- Este café la sentará bien, lleva la carga exacta para clientes que sólo han dormido un par de horas -. Dijo el camarero levantando la voz para sobreponerse al ruido de la cafetera.

Dos horas exactas, o al menos eso le había indicado su reloj esa misma mañana, mientras lo observaba sentada en la cama y mientras maldecia al insomnio y a las pesadillas que se habían ido agudizando tras el asesinato de su compañero Jon.

- ¿Como sabe que solo he dormido dos horas? -. Le preguntó Alma sorprendida, mientras sacudía un par de sobres de azúcar que había cogido de los platillos preparados en la barra para intentar ocultar el sabor amargo del café.
- Carece de importancia -. Dijo él, mientras dejaba el vaso con café en uno de los platillos y añadía la leche. - Tantas horas aquí hace que intuya cosas con solo ver la manera en la que el cliente se aproxima a la barra. .

A Alma, que hacia dias que apenas nadie le preguntaba por su estado, aquella perspicacia del camarero le habia reconfortado. 
Aquella conversación se fue alargando, poco a poco, día tras día. Y para cuando quiso darse cuenta ya era tarde para admitirle a Alfredo que realmente el café no le gustaba.

- A ver si quiere arrancar el trasto este, que lleva una mañanita -. Dijo Alfredo, mientras daba con la palma de su mano una ligera sacudida al terminal y se lo acercaba a Alma para que posase en el la tarjeta de débito -. ¿Alma? ¿Estás bien? -. Dijo extrañado mientras observaba que los ojos de la inspectora se habían quedado fijos en dirección a donde se situaban las cuatro mesas del local y donde se encontraba también la televisión de plasma emitiendo el informátivo matinal
- ¡Ay! perdona Alfredo -. Se disculpo dedicándole una sonrisa y pasando su tarjeta por encima del aparato. - ¿Podrías subir el volumen por favor?

En aquel momento la imagen que proyectaba la televisión la dejó helada. Aún no había amanecido en la ciudad y la oscuridad de la noche hacía que aquella imagen tomara más fuerza aún. La estatua imponente de Felipe III sosteniendo con su mano derecha la bengala de General y colgando de su cuello el collar de la orden del Toisón de oro, que se entontraba a tan sólo unos quinientos metros de donde se encontraba desayunando, aparecía en las imagenes en directo del informativo cercada por un círculo de fuego. Las llamas superaban el metro de altura, y en las imagenes se apreciaba las luces naranjas de un camión de bomberos entrando por uno de los laterales de la plaza.

- ¿Y quien coño ha hecho eso?  Dijo Alfredo mirando la televisión aún con el brazo extendido apoyado en una vitrina encima de la barra sujetando el aparato para el pago con tarjeta y con el recibo ya disponible para ser cortado.
- No tengo ni idea. Susurro Alma, más para ella misma que para contestar a Alfredo. Sin saber en aquel momento que su vida estaba a punto de cambiar para siempre. Justo en ese instante un mesanje entró en su teléfono. Era su superior.
- Vente para comisaría echando hostias. Ha habido un secuestrado. No hables con nadie.

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