Un toque que quema

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La celebración era amena, las risas inundaban la aldea.

Los niños corrían jugando, divirtiéndose entre ellos, mientras algunos de los adultos bailaban alrededor de fuego. Otros comían y bebían hasta el punto de dormirse sobre el frondoso pasto, sin preocupaciones y a gusto, mientras otros simplemente conversaban, como era el caso de Taisho.

Desde que llegaron Taisho había bebido uno o dos veces, sonriendo aquí y allá, era tan frustrante. La ultima hora había estado hablado con el anciano jefe de la aldea, si no recodaba mal su nombre era Totosai.

Hasta donde llegó escuchar hablaban de la tal Tsubaki, querían ponerla un alto, pues no paraba de meter ideas en la cabeza de los aldeanos, quienes ingenuos eran convencidos por su lengua de plata.

debemos tener cuidado, Tsubaki es la jefa de las brujas, hace un buen trabajo manteniendo la barrera, no quiera indisponer de ella... –

además de que posiblemente será tu nuera –

La estridente risa de Taisho hizo que todos voltearan a mirarlo, él solo alzo su copa y todos rieron fuerte empezado a beber de nuevo.

Sesshomaru no tiene interés en humanas, e Inuyasha está interesado en otras cosas, las brujas no son de ellos

Kagome rodo los ojos y suspiro mirando la luna llena. Estaba aburrida, ¿faltaría mucho para volver a ese horrible palacio? Prefería estar en aquella horrible habitación, en esas malditas cuatro paredes que aquella aldea. Estaba rodeada de tanta alegría e ignorancia, pero sobre todo de tanta inocencia.

Aquel niño que casi fue sacrificado ahora jugaba feliz, como si nada hubiera sucedido y la mujer, su madre, estaba comiendo conversando con otras mujeres, pero vigilando a su hijo de vez en cuando, cada diez segundos para ser exacta.

Que raros eran, ella ya habría salido corriendo con su hijo en brazos, se alejaría de aquella gente que intento matar a su hijo.

– ¿estas cansada? ¿La herida aun duele? –

Kagome volteo su mirada a Taisho luego a su herida. Había recibido tratamiento, ni bien llegó a la aldea, por aquella mujer y su hijo. Tan agradecido e ilusionados que no pudo negarse a que la curaran.

La sagrada sintió miradas, miro a todos lados observando que la mayoría de la gente la observaba expectantes y temerosos, habían escuchado las preguntas de Taisho.

no, estoy bien...

Suspiros de alivio se oyeron cuando dijo aquello.

aunque preferiría descansar un poco...tengo sueño – mintió.

bien – Taisho asintió, aun sabiendo de la mentira de la miko se paró. – lo siento amigo mío, me retiro. –

está bien, señorita visite esta aldea cuando quiera – se dirigió a Kagome con respeto y agradecimiento –

Ella asintió con una leve, muy leve, sonrisa.

– ¡sigan disfrutando! – grito el general perro a lo que todos gritaron y alzaron sus botellas de sake.

No pudo evitar cerrar los ojos cuando Taisho la agarro de la cintura y alzo vuelo. Definitivamente no estaba cómoda.

Fueron minutos eternos y desagradables para la miko, quien en todo el camino no pronuncio ni una palabra. Y Taisho tampoco inicio una conversación, estaba seguro que si la iniciaba la miko terminaría luchando, lo que acabaría con ellos dos aterrizado forzosamente en algún lugar.

Ni bien piso tierra la sagrada se apartó rápidamente, como si el general de los Inu quemara, algo que no estaba tan lejos de la verdad. El toque de Taisho le quemaba de una manera tan desagradable, que le provocaban nauseas.

Ella empezó a caminar, ignorando a todos a su alrededor; las miradas y susurros indiscretos, debía ignorar a todos.

Taisho no la detuvo, siguió sus pasos hasta que ella entro en su habitación cerró la puerta de un golpe. Con una sonrisa se encamino a su habitación, la miko pronto se convertiría en su igual.

Tal vez era aún muy pronto, pero estaba seguro que provocaba algo más que muecas de asco en la miko. El sonrojo al ser sujetada de la cintura fue un pequeño avance, tan imperceptible y tentador.

Por más que lo negara, él causaba algo en ella.



En las afueras del palacio imperial, en un árbol alto, un par de ojos dorados brillaban con intensidad en medio de la oscuridad que ofrecía aquella noche de luna llena.

De un movimiento elegante bajo del árbol, se quedó mirando un lugar en específico, la habitación de la sagrada. La había estado esperando, se sentía inquieto, algo extraño en él.

La miko había regresado a altas horas de la noche, en brazos de su padre.

Empezó a caminar, pensando en lo difícil que sería arrebatarle en el nuevo juguete de su padre. Porque estaba seguro eso era la miko para él.

Su padre no amaba, ni a su madre, ni a sus hijos, mucho menos a alguna de las concubinas. Él simplemente no sabía amar.

Él sola lastimaría más y más a la sagrada.

La llevaría a la muerte.

Era simple compasión, un sentimiento banal e inútil, pero que estaba presente. Solo por eso ayudaría a la miko, solo eso y nada más.

La sacaría del infierno. 





Continuara... 


Mis amores siento la tardanza, estuve enferma 😷 😷😷me asuste y asuste a muchos (es que inicie mis practicas en una clínica-lo cual también me trae agotada hice turno de 24hs) hace unos días me recupere del todo, solo fue una muy fuerte gripa.

Lo bueno es que acabe practicas, y saldré de vacaciones!!! tiempo para escribir jsjjjj así que publicare mas seguido (o eso espero)

los amo!

La maldición de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora