Cap 3 - Poder resistirse tanto a la nieve como al calor del verano

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Mientras la nieve caía con suavidad, el fuego consumía todo a su alrededor, absolutamente todo, nada escapaba de sus abrazadoras llamas...

Los gritos desesperados, el llanto incontrolable, el dolor y la angustia era lo único que desprendía aquella aldea...

– Kaa-chan... Kaa-chan, despierta... onegai –

Una pequeña niña lloraba desconsoladamente sobre el pecho de una mujer. Los ojos de la mujer estaban levemente abiertos, pero dejaban ver el vacío que había en aquellos achocolatados y opacos ojos.

– onegai... Pro... Prometiste tra... Traer a mi hermanito... – susurró entrecortadamente acariciando el abultado vientre de su madre. – despierta... Okaa-san... –

– ¡la perla! ¡¿Dónde esta la perla?! –

La niña temerosa miró hacia el cielo. Y ahí estaba, el ser que tanto daño había causado en su aldea, en su vida. Ahí estaba él, levitando, observando como loco la aldea, tratando de encontrar algo.

– ¡búsquenla! ¡Tráinganme la perla! – la furia era mas que visible en su fria voz.

Los soldados, de aquel ser, temblaron de miedo al oírlo tan furioso, al ver aquellos desquiciados ojos carmesí.

La niña limpió sus lágrimas y llevó sus manos a su pecho, estrugando aquel collar que su madre le había regalado antes de morir...

Lentamente se puso de pie, dispuesta a enfrentar a ese demonio. No le importaba si su vida se le iba en ello, ella vengaría a su padre, quien había muerto tratando de defender a su madre, vengaría a su hermanito, a todos...

«la venganza nunca es buena, Musume-chan... » la voz de su padre resonó en su cabeza, sacándola de su trance vengativo...

– vaya, vaya. Así que el gran general perro vino a salvar sus tierras... –

Miró impresionada como un ser de cabellos plateados y ojos dorados se enfrentaba a ese demonio.

Sin saber que hacer observó la impresionante pelea. Solo observo como se enfrentaban, y como el ejercito de ambos se asesinaban entre si... En aquel momento decidió, juró, que ella nunca, jamas, derramaría sangre inocente. Jamas buscaría el poder, nunca haría lo que ese demonio hizo...

Y para evitar que algo similar ocurriera, para evitar que otros niños sientan aquel dolor en el pecho que ella estaba sintiendo... Debía irse, esconderse para siempre. 

«no debe obtener la perla... Nunca» repitió las mismas palabras que su madre le dijo.

Sin ser vista se escabulló entre los inertes cuerpos de hombres, mujeres y niños, de los cuerpos, de aquellas mascotas que habían servido a de los exterminadores, aquellos animales habían muerto valientemente tratando de proteger a sus amos... Y todos habían muerto tratando de protegerla a ella...

Antes de adentrarse en el bosque observó su aldea, que era consumida por las llamas, observó los cuerpo inertes de los exterminadores, monjes y mikos; algunos se quemaban, otros ya estaban carbonizados, otros simplemente con una herida fatal... Nadie había sobrevivido...

Miau...

El maullido lastimero llamó su atención. Con cautela miró hacia todos los lados posibles, solo para encontrarse con una pequeña gatita oculta por la nieve; que se teñía de un rojo carmesí.

Kirara... – susurró al reconocer las características dos colas que tenia la gatita.

Rápidamente quitó la nieve y agarró a Kirara, acurrucó a la pequeña gatita entre sus pequeños brazos y pecho.

La maldición de la perlaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora