05 de diciembre de 2001.
¿Cómo estás, cielo? Espero te encuentres muy bien donde sea que estés. Hoy mi familia paterna decidió que era buen día para salir de viaje, así que te escribo desde el auto.
—Rosie, deja de escribir un momento y mira el paisaje.—mi madre parecía un poco molesta al respecto.
Miré por la ventanilla, era hermoso. Las nubes eran de un color magenta y violeta junto a anaranjado, simplemente bello. Cómo desearía que estuvieras aquí junto a mí.
Me contuve de llorar, no quería que me vieran así.
Seguimos en el viaje por carretera como cuatro horas más, me dolía todo.
—Hija, el motivo de este viaje es que distraigas tu mente un poco.— lentamente, mi padre se acercó a mí y me sujetó un hombro. Ese tipo de acciones eran para demostrar que me apoya.
—Gracias. — dije, sin separar la mirada del suelo. —Y perdón— susurré.
—No pidas perdón, cariño.— mi mamá estaba cargando su equipaje. —Ve y ayuda a tu prima, anda.
Hice lo que dijo, sin ganas.
¿Te conté que mi prima Carole vino? Gracioso, ¿no? Después de hablar toda esa mierda de mí. Me da asco, pero no es como que pueda hacer nada al respecto.
El viaje consiste en ir a un parque acúatico y disfrutar, solo eso. No sé porque me hicieron viajar tanto si donde vivimos hay uno.
Le conté a Kenneth y Amy sobre ello, dijeron que sus padres les dieron permiso para ir, por lo que me emocioné.
—Una sinvergüenza, es lo que es.— contestó Kenneth después de contarle que Carole había venido al viaje.
—Maldita estúpida, como la detesto.— Amy apretó su puño con rabia.
Habían pasado dos horas desde que ellos habían llegado y el ambiente se había puesto más ligero desde ello.
No tenía muchas ganas de nadar, por lo que solo me recosté en una de las sillas que estaban ahí.
Me quedé pensando en ti. En lo bien que me la pasaría si estuvieras a mi lado. Una lágrima recorrió mi mejilla. Los días son más difíciles desde que no estás. Mis mejillas se tiñeron de rojo y comencé a llorar. Me es sumamente complicado no pensar en ti.
—Rosie, ¿estás bien?— Kenneth se acercó a mí y solo pude negar contestando su pregunta.
—Ya veo. ¿Quieres que vayamos por algo para tomar?— acepté.
Mientras caminábamos, íbamos hablando sobre cosas triviales. Me contó que Alice y él se habían vuelto muy cercanos y eso lo emocionaba. Alice es la chica que le gusta desde los dieciséis. Sonreí. El ver a mi mejor amigo entusiasmado me ponía feliz.
—¿Sabes? Me gustaría poder regresar en el tiempo y ayudar a Theo.—solté. —¿Por qué no pude ser yo la que tuvo el accidente?—veía mi lata de refresco y comencé a apretarla.
—No digas eso, sabes que Theo nunca hubiera querido eso para ti.— Habló Kenneth de forma pacífica.
—Estoy cansada de todo, Ken.— dije.
Y no mentía. Realmente estaba cansada de que todos me trataran diferente solo por tu muerte.
—Pero te niegas a la ayuda profesional y nosotros no sabemos qué hacer. — me miraba con sus ojos azules y brillantes, a comparación de los míos que son grises y están realmente apagados.
—Sabes que no iré, estoy bien así.— comencé a caminar.
—Lo necesitas, Ross.— Él comenzó a seguirme.
—¡No iré! ¡No necesito la ayuda de nadie!— grité. Me giré para ver su cara. Preocupación y tristeza es lo único que podía ver en su mirada.
¿Por qué insisten tanto con lo mismo?
[...]
Ya estábamos por irnos cuando a Carole se le ocurrió la brillante idea de ir a cenar comida rápida.
Un nudo se hizo en mi estómago.
Recordé que la última vez que iba a verte fue en un lugar así.
Mis lágrimas amenazaban con salir de no ser porque mi papá me miró mal.
Me tallé los ojos, tendría que ir a ese lugar.
Íbamos buscando dónde comer, pero no encontrábamos un buen restaurante.
Duramos más de quince minutos tratando poder establecernos hasta que lo logramos.
—Está bien, Rosie. Sé que es difícil para ti, pero estoy aquí.— Amy se acercó a mí.
—Gracias.— susurré.
Nos sentamos en una mesa donde pudieramos estar ocho. Éramos mis padres, mis tíos, Carole, Kenneth, Amy y yo.
—Carole, cielo, gracias por preocuparte por mi niña.— dijo mi padre, lo miré atónita.
—Tío, es mi prima favorita, qué más puedo hacer.— sonrió. Era una mentirosa. Nunca le dije a mis padres que habló mal de mí y ellos la veían como una palomita blanca.
—Me encanta que seas tan protectora.— Amy habló sarcásticamente.
Carole volteó y la miró de manera despectiva.
El mesero llegó y tomó nuestras órdenes. Al poco tiempo, me encontraba comiendo una hamburguesa con una malteada de fresa.
Realemente hacia tiempo que tenía ganas de tomar una malteada, me gustan mucho.
Al terminar y pagar lo que era de todo, era hora de regresar. Por fin.
En el camino, miré las estrellas. Me pregunto si tú eres una de ellas.
Espero que sí, por esa razón las admiro más.
Atentamente, Rosie.
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Atentamente, el amor de tu vida.
RomanceRosie Williams pierde a su novio en un accidente automovilístico y eso la deja devastada. Comienza a escribir cartas a su fallecido casi todos los días, contándole lo que ha hecho y lo mucho que lo extraña.