CAPITULO 1: ENCUENTRO 27

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Nos cansamos de ser imaginados a distancia, decidí dejar la tentación y caí en el pecado de su piel. La más grande y hermosa perdición dedicada a quién sabía era ajena.

Entramos con pasión, perdimos el pudor y besé hasta lo más profundo de sus recuerdos. Me sembré como lunar en su vida, invisible ante su dueño. Le miré eternamente hasta grabarla en mi memoria, hasta el cansancio visual, admiré su aroma y sentí su sabor como acostumbro en esta cata de vida. 

Tomé mi chaqueta dejando el pecado en cama, dejando a la mayor sonrisa y satisfacción en su cara, desnuda y abrazada por el aroma a sexo, el olor a guerras ganadas, victorias perdidas, arropada por la seda de aquella piltra bien vestida.

Me acerqué a mi fiel amigo, lo serví en un vaso de cristal. Como abogado del pecar esperando que ese whisky me pudiera perdonar... 

"¿Cómo ves Daniel? De nuevo tu y yo... Dejando recuerdos a esta humilde seducción" le dije en mi defensa, para luego de un sorbo dejarle trabajar.

Encendí un cigarrillo para saborear la nostalgia de mi partida que apenas llegaba, es un gusto discreto, pero no es encanto. El encanto posaba sobre la cama, yo solo sentía nostalgia.

Momentos antes de partir, sentía un poco de culpa, al allanar los pensamientos de aquella enamorada tentación que por fortuna en la vida me encontró.

¿Por qué soy más amigo del exceso que de la sobriedad?

Yo que sé... ¿Porqué Picasso? ¿Porqué la Bohemia? ¿Porqué los años 30? Preguntas que a mi culpa calman.

De nada cortesana, de nada... Dígale a su acompañante de vida que la deuda esta saldada al regresarle a su señora con una sonrisa en cara, un placer privado que entre sueños por mucho tiempo llevará. Por hacer lo que en años él perdió y en una noche ella reencontró en los brazos de este humilde catador... Catador de los pecados más gustosos y no siempre culposos.

Que curiosa es la vida, hicimos el amor y parecemos devueltos de la guerra... Esa guerra de sensaciones, tactos y mordidas. El firmar de sus uñas en mi espalda y la cicatriz de mis besos en su alma.

Vaya siglo, vaya vida... Me posé frente al espejo y con un autorretrato Sellé el inicio de mi partida.

La estela de un cigarro y un abogado de la vida perdiéndose en el horizonte, listo para firmar nuevas almas... 

Pero nunca, como el de aquella hermosa cortesana.

Orlando de la Riva

 

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⏰ Última actualización: Mar 11, 2015 ⏰

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