Canción: Agradecida-Stephanie FigueroaMi debut, pronto sería mi debut para saltar a la fama con tan solo 18 años, estaba eufórica y llena de emoción, ese siempre fue mi sueño, es por lo que vivía, así que para celebrarlo mis amigos hicieron una fiesta.
De las tantas a las que he ido, disfrutando de los placeres de la juventud, creí que esa era la mejor, sin embargo, la felicidad terminó cuando, concluida la fiesta, iba bien tarde a casa con algunos amigos.
Estaba ebria y no podía controlar mi cuerpo, por lo que en una de las tantas bromas me detuve en media calle. Mis amigos me advertían que regresara, pero sin importarme sus palabras seguí bailando y saltando en plena avenida por lo que, inevitablemente y debido a mi estado, no vi el auto que se aproximaba hacia mí a gran velocidad hasta que me atropelló.
Cuando volvía ver la luz mi madre dormía a mi lado y al enterarse de que desperté le agradeció a Dios, informándome luego que, después de una rigurosa cirugía estuve dormida una semana en aquel hospital, el Hospital Ophra Bellinay.
Caí en un shock tremendo, pues había perdido la oportunidad de mi vida y más cuando el doctor, después de haberme examinado, dijo que había perdido la capacidad de caminar.
Me sentí horrible, lloré y lloré desconsoladamente aun cuando dijo que podía volver a caminar con rehabilitación. No me importaba más nada, mi vida, mi mundo ya estaba en completa destrucción creyendo haber perdido lo único que me daba las fuerzas para seguir viviendo, mi sueño de ser cantante.
Lo di por perdido. Si sentía que me vida ya no valía nada, ¿por qué entonces pasar por tan dolorosa recuperación?
Mis padres cada día me alentaban, decían que no todo estaba perdido, pero no les creí. Sin ellos saberlo, cometí muchas locuras que me fueron destruyendo cada día más. Me advertían sobre los peligros de las malas compañías, sin embargo, como toda adolescente curiosa no me importó y sufrí las consecuencias.
Estaba resentida y después de mis padres orar tanto y darme sus sermones ―antes del accidente― iba a cambiar, estaba decidida, pero con lo que vi pensaba que aquel Dios solo me quería ver destruida.
Las personas en quién más confiaba me apuñalaron por la espalda. Un novio al que creí amar, que incluso me obligó a abortar, y una amiga en quien confiaba más que en mis propios padres. Salieron a escondidas y cuando lo descubrí no hicieron más que humillarme.
Aquellos mismos amigos con los que iba a fiestas me visitaron y al igual que mi familia, dijeron que no todo estaba perdido y sin querer ver seguí negándome.
El doctor decía que mientras más atrasara la rehabilitación menos probabilidades había para recuperarme, y aun así seguía sin importarme.
Muchas personas iban a visitarme, pero me sentía tan sola… incluso con aquella enfermera que a cada rato me iba a ver y no solo para revisarme. No entendía por qué, ella conversaba conmigo a pesar de no hablarle, parecía que su única paciente era yo debido a la cantidad de tiempo que se mantenía a mi lado.
La curiosa enfermera casi siempre hablaba de temas banales e historias que, sin saberlo, me provocaban una que otra risa. A veces tocaba el tema de la rehabilitación, pero sin insistir como los demás, también habló de algo que me llamó la atención, su sueño de ser cantante.
En uno de esos días de los que podía conversar con ella, me explicó que antes de ser enfermera era cantante, su sueño se cumplió a contrario de mí que creía que jamás volvería a ser la misma de antes, mi única oportunidad se fue con la pequeña luz que me quedaba.
No entendía como si su sueño era ser cantante y lo logró, en ese momento era enfermera. Quise saberlo, tal vez porque me sentía identificada, y le pregunté, contestando algo que conmovió mi frío corazón.
Aquel mundo de la fama la había consumido e incluso tuvo una hija fuera de matrimonio que llegó a criar, sin embargo, era muy joven y por su irresponsabilidad años después la perdió y con ella sus ganas de seguir viviendo, cayendo su fama en picada hasta ser nadie.
Quedé asombrada y más porque me sentí identificada, creí que me sucedería lo mismo si llegaba a debutar, sin embargo, caí en la cruel realidad de que me había sucedido lo mismo pero de una manera diferente.
Sin mi sueño me sentía nada, una persona sin vida que no tiene razón para seguir manteniéndola.
Después quise saber cómo pudo superarlo si para mí era casi imposible, cómo pudo vivir y sonreír luego de perder lo que más amaba, y lo descubrí.
Aquel el cual nunca quise creer, que me quitó lo que me mantenía en este mundo, Jesús. Ese del que mis padres tanto hablaban y que cuando era niña me hacía ver el mundo color de rosa.
Con Él, principalmente, estaba resentida y como la enfermera me dijo, ella también le echó la culpa de todos sus problemas cuando en realidad la culpa era suya y que también era mi culpa.
Me negaba a creerlo pues lo creía imposible, creí en ese momento nunca haber hecho nada tan malo como para merecer todo lo que me sucedía, no merecía estar inválida.
Todos los días hacía rabietas echándole la culpa a Dios y enojándome con todos. Papá y mamá decían que no era así, aquella enfermera que incluso llegué a considerar una amiga entre tantos hipócritas, dijo que no era así.
Lloraba también, mi estado de ánimo se estaba volviendo inestable hasta que papá me hizo entrar en razón.
Nunca recibí un golpe de alguno de mis padres, pero en ese momento lo merecía. Le contaba a papá la mayoría de mis problemas cuando estaba depresiva, él me consolaba y me hacía el favor de no contarle a mamá hasta que se enteró de mi aborto.
Creo que por eso aguantaban mis rabietas en el hospital más mi condición, empero, después de tantas veces echarle la culpa a Dios, papá me dijo una gran verdad:
«Dios nunca se alejó de ti, tú fuiste quien lo abandonaste, por lo tanto, lo que sucedió solo es culpa tuya»
Fue un duro golpe para mí que mi propio padre me lo dijera.
Papá y mamá comenzaban a visitarme menos ya que tenían que trabajar para pagar por una rehabilitación que todavía me negaba a hacer. Comenzaba a sentirme más sola, pudiendo ver por más tiempo al doctor y a mi amiga la enfermera.
La voz que me acompañaba casi todo el día era la que provenía de una emisora cristiana que, debido a mi obstinación, me pesaba pararme y cambiarla. Varias reflexiones y canciones eran puestas, pero les hacía caso omiso hasta que una noche en la que ya iba a dormirme una canción fue puesta, una canción que el resto de la noche me hizo llorar, llorando, por primera vez, por una culpa que solo fue mía.
Al otro día recuerdo que le pedí a la enfermera que me sacara de mi habitación y me llevó a pasear por el exterior del hospital. Ella no dijo ni una palabra, cosa que agradecí ya que quería seguir meditando en aquellas palabras. Observé a otros pacientes que, por su estado físico y las pañoletas en la cabeza, se encontraban en peor estado que yo y de todas formas, la mayoría, sonreían y se veían en paz.
Me dio coraje aquella vista y más cuando ella me paseó por el área de pediatría.
Junto con otro personal del hospital, los niños participaban en una actividad la cual cada uno mostraba lo que podía hacer. La enfermera se agachó frente a mí y me dijo:
«¿Sabes por qué elegí estudiar enfermería?, porque no todo estaba perdido, no pude ayudar a mi hija pero si tengo la oportunidad de ayudar a otros entonces lo haré. Podrás haber perdido aquella oportunidad, pero no perdiste la razón de esa oportunidad, todavía puedes recuperarla»
Después de tanto tiempo volví a sonreír y cantar para esos niños, vi la luz que desde hace años la veía apagada.
Decidí hacer la rehabilitación, fue difícil y dolorosa, pero cuando hay fe y determinación nada es imposible.
Tuve el apoyo e instrucción de mis padres, la enfermera e incluso el doctor, dándome cuenta que estaba atormentada por todo el mal que hice, me refugiaba en placeres que solo estaban llevándome a la muerte y Jesús con su amor me liberó. Me humillé ante Él y no sentí vergüenza, más bien sentí una completa libertad, pues Dios me perdonó.
Ya han pasado unos años desde aquel momento en el que por su gracia fui transformada y ahora, lo que era mi razón de vivir, es lo que le dedico al que me hizo ver la luz, al que me dio vida.
Agradezco a Dios por nunca abandonarme a pesar de alejarme de Él. Y agradezco también haber ido al Hospital Ophra Bellinay, allí aprendí que mientras tenga mi voz solo Dios puede impedir que mi propósito se cumpla.
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Vidas en el Hospital: Ophra Bellinay
SpiritualCada vida es una historia y cada canción cuenta una historia. Todos los que entran en el Hospital Ophra Bellinay cuentan una, y no una simple, si no una que marca y cambia la vida de todas esas personas. Cada capítulo contará una historia de una de...