UNA PISTA

282 14 6
                                    

Feng Jiu entro a la guarida de zorro con tal firmeza que Mi Gu ni siquiera sospecho que había llorado por varios días. Fue a ver a su pequeño Gun Gun para tomarlo en brazos, y al hacerlo reafirmo su decisión.

- Dijun no volverá pisar Qin Qiu. ¿Entendido? – Mi Gu abrió los ojos con asombro. Parpadeo un par de veces intentando asimilar aquellas palabras. - ¿Entendido? – volvió a preguntar la joven monarca.

- Si. Si. Entendido. Pero... ¿Por qué? ¿A caso su alteza discutió con Lord Dong Hua?

- Digamos que ambos nos dimos cuenta que no podíamos continuar juntos. – respondió con incomodidad, intentando distraerse meciendo al bebé que se revolvía entre sus brazos.

- Su alteza, pero... es que no comprendo. Además, si bien Qin Qiu admite tener solo un monarca, el hecho que Lord Dong Hua fuese el consorte propinaba mayor fortaleza y es evidente que nadie osaría declararnos una guerra. Pero si él no está... si él corta los lazos.... Creo que eso...

- ¡Suficiente! – lo regaño Feng Jiu – ¡Conozco cuales son las consecuentes! Sé que pareceremos débiles ante la retirada de Dijun, pero entiéndeme ¡No quiero verlo! ¡Lo odio!

Esa misma tarde, Mi Gu se marchó en dirección al reino celestial. Anunciaría a Dong Hua la decisión de Feng Jiu de divorciarse. En su interior rogaba para que en esa ocasión no se atrevieran a matar al mensajero.


***


Jiheng caminaba parsimoniosamente hacia la terraza. En su rostro se dibujaba una sonrisa desbordante de alegria. Se había esmerado en su arreglo, optando por complementar con una delicada capa en color rosa suave que favorecía su silueta. Todo había salido con forme el plan. Levantó una ceja al pensar en la promesa de Mengxiang.

- Esa bruja. – murmuro. Al doblar la esquina del pasillo, observó a Dong Hua sorbiendo té y leyendo un pergamino. Se apresuró con mayor alegría hacia él. – ¡Señoría! ¡Lo estaba buscando!

- Hola, Jiheng. Que bueno que has venido. Precisamente estaba por ir a verte. – respondió con cierta indiferencia, mientras dejaba a un lado su té y la lectura. Hizo un ademan con la mano para que la joven tomara asiento junto a él.

- Me hace muy feliz que su señoría piense en Jiheng... porque yo también he estado pensando en usted. – y un rubor cubrió sus mejillas.

- He pensado mucho la manera en cómo decirte esto. Pero creo que lo mejor será hacerlo de manera directa. – se tomo un momento para observar directo a los ojos. Su rostro era distante e inexpresivo. Típico de él. – Tienes que irte.

- ¿Qué? – susurró la joven que palideció de inmediato.

- Tu presencia aquí me ha causado demasiados problemas. En consideración a la estrecha relación que tuvimos hace tiempo y él hecho de haber limpiado mi espada con tus lágrimas, permití que te quedaras hasta sanar tus heridas. Pero ya no puedo brindarte más cobijo. Lo lamento.

- Pero... su señoría. – suplicó - ¿Es que acaso he hecho algo mal? ¿Lo he disgustado de algún modo? ¿Lo he avergonzado ante el resto de los inmortales? ¿Qué es lo que he hecho mal?

- No puedo culparte totalmente de la situación, puesto que yo he permitido todo esto. Pero lo cierto es que ahora tengo un compromiso con Qin Qiu. Estoy felizmente casado con Bai Feng Jiu y deseo seguir así por el resto de mi vida inmortal. Así que no puedo mantenerte cerca de mí. Si lo desea, puedo arreglar todo para que puedas casarte con el príncipe de algún reino. No será difícil encontrar algún candidato.

Jiheng no sabía que responder. Se quedó atónita por varios segundos. La situación se le estaba escapando de las manos. En ese momento no estaba segura de cómo utilizar la única carta a su favor. Pero si de algo tenia certeza, era que no podía salir del palacio de Taichen. Así que se armó de valor.

- No se imagina cuanto me duele escuchar eso, su señoría. Pensé que después de lo que ha pasado entre nosotros, usted finalmente había aceptado mis sentimientos.

- ¿Lo que ha pasado? No se a que te refieres. Pero entre tu y yo no ha pasado nada.

- ¿Es que acaso no lo recuerda? – el rostro lloroso de ella era de total aflicción. Él, por su parte, levanto una ceja y se removió ligeramente en su lugar. Intentó recordar cada momento desde la llegada de la joven. ¿Algo se le estaba escapando? – Su señoría, yo... yo estoy... - pero en vez de pronunciar palabras, se llevó las manos a su vientre. Lo acarició con dulzura y levantando nuevamente la mirada, con ojos cristalinos en lágrimas observó el desencajado rostro de Dong Hua.


***


Si Ming había recorrido casi por completo todos los reinos. En ninguno de ellos encontró a Zhe Yan. ¿Dónde podría estar? Los días habían transcurrido y su preocupación por no encontrar a la antigua deidad iba en aumento. Seguramente Lord Dong Hua y el señor celestial Ye Hua ya habían despertado, pero esperaba que las cosas no hubieran pasado a más.

Se derrumbó exhausto bajo uno de los árboles de las diez millas de durazno. El viento suave le acarició el rostro, las ramas se movieron y una lluvia de pétalos cayó sobre de él. En ese preciso instante, Si Ming pareció haber encontrado la respuesta. Recordó que hacía mucho tiempo, Zhe Yan solía ir a una montaña en el norte, en los límites del reino celestial. Allí enclaustraba para meditar. De inmediato se puso en pie y esfumándose en un humo blanco, desapareció.

El tiempo que le tomó llegar se le hizo eterno, aunque solo fueron un par de horas. En cuanto llegó a la cima de la montaña, Si Ming pudo apreciar el hermoso santuario blanco. Le hubiera gustado admirar un poco más la arquitectura, pero su sentido de urgencia lo hizo adentrarse sin demora.

- ¡Lord Zhe Yan! – gritó. Pero solo el eco de su voz respondía. Lo intentó varias veces más mientras recorría el lugar. No había nadie. - ¿Y ahora que haré? ¿Dónde más puedo buscar? – resignado a marcharse, miró al cielo y se percató de una torre en la cual no había buscado.

La puerta estaba abierta, el suelo tapizado de papirosdiferentes y las estanterías revueltas. Si Ming se apresuro sobre el cuerpo deZhe Yan desplomado en el suelo junto a una mesa de té. El rostro inmortalestaba pálido y ojeroso, incluso lucia mas delgado. ¿Desde cuando estaba allí?Si Ming intentó despertarlo, pero no parecía ser posible. Necesitaba llevarlo aun médico; así que de inmediato se dirigió al reino celestial. De lo que SiMing no se percató, fue del papiro desplegado sobre la mesa de té, en el cual podíaleerse claramente: 

"Inmortales condenados: conquistadores de mundos a través de los sueños".

----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

HOLA, ESTIMADOS LECTORES.

COMPARTO CON USTEDES ESTE NUEVO CAPÍTULO Y APROVECHO A DISCULPARME POR EL LARGO TIEMPO DE AUSENCIA. LAMENTABLEMENTE ESTE ÚLTIMO AÑO (DEBIDO A LA PANDEMÍA) HE TENIDO DEMASIADAS COSAS QUE ATENDER, SIN EMBARGO, EN NINGUN MOMENTO HE CONSIDERADO DEJAR INCONCLUSA ALGUNA HISTORIA, ASÍ QUE PRONTO LLEGAREMOS AL FINAL DE ESTA.

GRACIAS POR SEGUIR AQUI. CUIDENSE MUCHISIMO Y NOS LEEMOS PRONTO.

WRITERROSSES.

AMOR INMORTAL: Ten Miles Of Peach Blossom.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora