II

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Sus cuerpos eran apenas iluminados por la poca luz de luna que entraba por la ventana; HoSeok paseaba con parsimonia la yema de sus dedos por el brazo del menor, siguiendo como hipnotizado su propio movimiento. Por su parte, JungKook observaba embelesado el serio y atractivo rostro de su novio, sonriendo un poco. — ¿Era cierto eso de la segunda ronda? —susurró, como si temiera despertar a alguien en el solitario apartamento. Jung alzó la mirada, esbozando una pequeña sonrisa.

Bebé también extrañó a su daddy —soltó, abultando los labios en un puchero. JungKook soltó una carcajada ante el repentino cambio de actitud del castaño; no podía creer que le estaba rogando a gritos por más a ese mismo chico, que ahora se mostraba tan adorable. —Bien —aceptó luego de un momento en silencio, — pero primero deja que daddy se recupere un poco. Me dejaste agotado, cariño —Hobi rió por lo bajo, acurrucándose contra JungKook, sin dejar las caricias. Él también debía descansar todo lo posible, al igual que el pelinegro, quedó exhausto; pero no podía negar lo mucho que había extrañado esas "sesiones" con su amado.

Casi una hora después, Jeon tomó por la barbilla al castaño, reclamando sus labios en un beso dulce, que poco a poco fue subiendo de intensidad, al punto de tener a HoSeok gimiendo por lo bajo contra su boca. Con suavidad, Jeon empujó al castaño hasta recostarlo en la cama y poder posicionarse sobre él; su pierna colándose entre las de su hyung, presionando su aún dormido miembro. Sus manos se deslizaron por los delgados brazos, hasta llegar a las muñecas, apresarlas, y alzar las manos del mayor hasta dejarlas sobre la cabeza del castaño. —Mmmmm —gruñó el pelinegro, alzando la mirada, y notando la cabecera de aquella cama. —Esta cosa no tiene barrotes —se quejó, dejando salir su voz un poco ronca, ignorando el leve estremecimiento que provocó en el chico debajo suyo.

— ¿Para qué quiere los barrotes, daddy? —preguntó con una muy bien fingida inocencia, repartiendo besos por la mandíbula del menor. Hobi tembló un poco al notar la sonrisa ladeada del pelinegro. —No desesperes, bebé, que daddy jugará contigo —sentenció contra su oído, mordiendo un poco su lóbulo. Sin esperar respuesta, se levantó de la cama, haciendo un par de muecas ante el ardor en su trasero. Jung no pudo contener una risita al ver la forma en que se movía su novio. —Espera y verás, hyung, no te vas a reír cuando acabe contigo —pensó JungKook, tomando su pantalón, y quitándole el cinturón.

— ¿Daddy? —HoSeok se sentó en la cama, mirando curioso al menor y lo que hacía. — ¿Para qué es eso? —y por eso le encantaba a JungKook, su Hobi sabía tomar muy en serio su papel cuando quería. —Es algo que nos ayudará a sentirnos mucho mejor mientras jugamos, bebé —respondió con calma, enredando el cinturón en su mano, y así, volver a subirse a la cama. Se adueñó de los labios de su pareja, iniciando una suave danza, mordiendo juguetonamente, pidiendo acceso a su deliciosa boca. Sus lenguas se enredaron, dejando al instante que JungKook tuviera total control sobre Jung, lo que hizo sonreír al menor.

Una mano sosteniendo su peso en el colchón, y la otra apoyada en la espalda baja del castaño; con su propio cuerpo, obligó a HoSeok a recostarse, y una vez listo, quitó las manos ajenas que se habían enredado de nueva cuenta en su cuello. Distrayendo con besos y mordidas al mayor, fue subiendo las manos de Jung hasta dejarlas sobre su cabeza, amarrándolas con el cinturón, inmovilizando un poco al chico. —Sin tocar —ordenó con la voz un tanto grave; —u obtendrás un castigo, bebé —de nueva cuenta, aquella sonrisa torcida se hizo presente. Por su parte, HoSeok tragó un poco de saliva, asintiendo en completo silencio, observando fascinado al pelinegro.

—Buen chico —gruñó contra el cuello del mayor, antes de tomar su piel entre sus dientes, posando sus labios y succionando un poco la zona; suficientemente fuerte para dejar un gran chupetón, a modo de marca. Su ego se infló al escuchar los gemidos del castaño, y sentir como su cuerpo se removía por la sensación causada. Pero no podía permitirse distracciones. Una vez más, sus labios comenzaron a degustar el salado sabor que el sudor había dejado en la dulce piel de su amante, siguiendo su camino, deleitándose con las marcadas clavículas, jugueteando un poco con ellas. Su sonrisa se ensanchó al sentir algo rozar con su abdomen.

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