Sinfonía no. 5

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Parte 1

Sinfonía no. 5

Es agotador nadar contracorriente, puede que lo intentes toda una vida y aun así jamás poder ver siquiera el otro extremo del camino...

La tarde lentamente agonizaba, esperando apaciblemente su final. El cielo se pintaba entre tonalidades rojizas y violáceas que se impregnaban encima de la gran franja anaranjada donde se quemaba el diminuto sol. Era ese momento del año donde el otoño había llegado prematuramente. Las hojas secas que revoloteaban en el aire, entre remolinos danzantes, terminaban aglomeradas en la orilla de la acera.

Miré el montículo de colores apagados, el follaje se pudría paulatinamente.

Cuando creces dejas atrás la ingenuidad de la infancia y te das cuenta de que la vida no es justa; aquellos anhelos que trazaste en tu cabeza se esfuman como castillos en el aire.

En este mundo, tu destino se decide desde antes de tu nacimiento.

Las horas se escurrían lentamente entre la tumultuosa multitud que se aglomeraba en la plaza central, justo frente al pizarrón de corcho donde colgaban las posiciones que tomaría cada uno en el ensamble de la orquesta escolar. Ni siquiera quise detenerme a verlo, yo ya sabía su veredicto.

Como un rápido escape del bullicio, me encerré en el último cuarto de práctica del edificio C. La mayoría pasaba de este sitio porque era muy pequeño y no tenía aire acondicionado, pero era una excusa perfecta para estar solo.

En el silencio asfixiante de la habitación, escuchaba el crujir de mis entrañas. Aquellos sueños que añoré parecían derrumbarse ante mis ojos.

Por tercer semestre consecutivo en el Conservatorio , había obtenido el primer lugar como alumno sobresaliente. No se trataba simplemente de una calificación perfecta, sino que mi técnica en el piano fue nombrada como excepcional; incluso los expertos al verme tocar, inmediatamente me auguraban una prospera carrera profesional.

Y nada de eso no era cosa de suerte, ya que había trabajado toda mi vida para ello. Renuncié a mi infancia sin pensarlo dos veces y ahora me convertía en el verdugo de mi propia juventud.

¿Qué he hecho mal entonces?

Tal vez creer que podía cambiar la naturaleza humana, mi propia condena.

Ser el mejor no te convierte en la opción más viable. Como las veces anteriores, el puesto principal me había sido arrebatado de las manos y, en una eterna maldición, solo me quedaba aceptar la posición de pianista suplente.

"Pianista suplente, pianista suplente, pianista suplente...", retumbaba en mi cabeza como un cuentagotas.

Abrí el único ventanal existente del lugar, pero el aire no era suficiente; ni con todo el oxígeno del mundo podría normalizar mi respiración.

"El peor de mis pecados ha sido el haberme permitido nacer como un beta en esta inmunda sociedad de apariencias", la rabia quemaba dentro de mis venas, pero no podía derramar ni una sola lagrima.

Cuando naces de padres sin fortuna, aquellos que tienen el poder en sus manos se creen con el derecho de negarte las estrellas y tus aspiraciones son un chiste al que nunca le encuentras la gracia.

Pasé rápidamente mis manos sobre la madera oscura del desgastado piano que se encontraba en medio de la pieza, rozándolo tenuemente, como si temiera hacerle daño al tacto. Me senté en el taburete, con un nudo contenido en mi garganta, cuando vi mi rostro inexpresivo reflejado en el viejo florero vacío y amarillento que adornaba el librero empolvado.

En este sitio realmente a nadie le importa la música, es difícil escalar la pirámide de jerarquía. Sí no eres un alfa de apellido importante, no eres nadie.

"¿Cómo puedo resignarme a vivir como la sombra de aquello que nunca podré ser?", mis dedos se deslizaron rápidamente encima de las teclas de color marfil y una melodía lastimera surgió de ellas. Cada nota retumbaba en mi pecho, como pequeñas agujas que se clavaban en él; mi llanto contenido se había convertido en música. Sin embargo, tras un par de minutos donde todo parecía derrumbarse a mi alrededor, me detuve de golpe.

Una extraña tonada surgía de la nada, como una sutil balada que se incorporaba poco a poco. A lo lejos las cuerdas de un solitario violín acompañaban mi desdicha y en él parecía existir una pizca de consuelo. Tímidamente, su armonía envolvía las notas de mi piano.

"¿Acaso está reconfortándome?", pensé sin levantarme. Seguí tocando el piano y el dulce violín acompañó mi pieza perspicazmente. La música envolvía la habitación, como aire fresco que golpeaba mí rostro.

Me levanté rápidamente hacia la ventana que yacía abierta de par en par. Giré mi vista hacia todas las direcciones, buscando a la violinista. Justo en la ventana de enfrente y detrás de la cortina blanca, se dibujó la silueta de la chica, que orgullosa hacia una reverencia ante mí. De inmediato le contesté el gesto y ella alzó su instrumento, desapareciendo del cuadro. La noche azulada nos había alcanzado, jamás vi una luna plateada tan grande y resplandeciente como aquella.

"¿Quién era esa chica?", me estremecí al darme cuenta de que del otro lado estaba el edificio B, dedicado especialmente para los estudiantes omegas.

Los omegas eran una minoría en el conservatorio y debían estar aislados de los alfas, ya que podían llegar a ser una molestia debido a su ciclo de celo, aún que contaran con medicación especial.

Eso solo significaba que ella era una omega y yo un beta, ambos sabíamos lo que significa estar malditos en esta sociedad.

El pianista y el violinista ~ OMEGAVERSE ~ BTS: NamjoonXSeokjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora