↬Cálida.

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↬Cálida; tres

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↬Cálida; tres.

Las penumbras abrazaban las costillas del lento atardecer, disipando las nubes en un beso oceánico.
Sam esperanzada, aguardaba por la alfa en el árbol Thiu, dónde solía leer pacíficamente, respirando cada tanto el delicioso aroma a caña y café, que se había aferrando a su al rededor.

Torpemente contaba las margaritas, y sin levantar la mirada del suelo las tocaba con curiosidad.

Todo era nuevo para ella.
Los colores, los aromas, el paisaje.

Morado, naranja y amarillo despedían la tarde, derritiéndose a lo ancho del cielo con ayuda del aire.

—Hola. —escuchó hablar dulcemente a por quién esperaba con tanta impaciencia.

Se levantó como rayo, temblando por la enorme cobardía que sentía albergarse en su pecho.

—Hola. —respondió casi inaudible, teniendo en sus dedos la atención más superficial y tierna del mundo.

—¿Acaso... Estabas esperando por mí? —Noah, siendo la persona más débil de corazón, no pudo evitar sonrojarse mientras sonreía alegremente por tal cosa.

¿Ese precioso ángel tuvo la intención de reencontrarse con ella?

¿Qué tanta suerte debe tener como para estar cerca suyo?

—Mmjum, también quiero disculparme por correr la otra noche; no estoy acostumbrada a... socializar mucho, sobre actúe. —las mejillas de Sam se colorearon a la par de que el corazón de la alfa rebotó contra su pecho lleno de vigor.

—Tranquila, ¿De acuerdo? Nos pasa a todos, y bueno... ¿Quieres leer un poco? Tengo un libro extra en mi bolso, puedes hacerme compañía. —el aura asintió tímida, con un atisbo de emoción.

Se sentaron en aquel viejo roble, divisando las negruras de una tarde cósmica.

El clima estaba a su favor, de nuevo, las bocanadas de brisa fresca apenas y les afectaban.
Pero a Noah le preocupó lo libertino de aquel vestido blanco, pues aunque era largo y manejable, dejaba al descubierto gran parte superior del delicado cuerpo de la Omega.

Así que se retiró el antiguo y holgado saco su padre, impregnado con su calidez, para pasarlo suavemente por los hombros de la chica.

Quién solo pudo mirarle atónita y con mil emociones fluyendo por su organismo.

—No quiero que enfermes. —dijo Noah, acariciando el mentón contrario con dos de sus falanges.

Mariposas revoloteando como hervidero, sí, eso sentían ambas y no podía negarse.

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⏰ Última actualización: May 31, 2022 ⏰

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Luceros de Amor © [Edición Especial]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora