↬Demencia.

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↬Demencia; dos

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↬Demencia; dos.

Lo primero que pasó por la cabeza de Noah al despertar, fue la joven de cabellos obscuros.
Su sonrisa, la expresión en sus ojos, lo atrayente de su voz, habían quedado tatuados en su mente, reproduciéndose una y otra vez.

Pero eso no detuvo su jornada de tareas, que empezó en cuánto puso un pie en la cocina.
Su madre apurada, mezclaba un par de ingredientes, mientras maldecía en voz alta el nombre de su esposo, y su insistente forma de recordarle que le engañaba. Una melodramática ficha de cliché.

—¡Es un idiota! ¡Agh, lo odio, como desearía que muriera, que el demonio lo sucumbiera a agonizar por toda la eternidad! —chilló, quebrando un vaso en su desesperación. —¡Que los gusanos no se apiaden de su alma!

Noah, ya acostumbrada a escuchar o presenciar tales actos, solo guardó silencio, y recogió los pedazos dispersos por el suelo, en compañía de su hermana menor, June.

—¿Hermana, papá se irá de casa? —susurró, alcanzando un par de cristales y despositándolos en el papel que su hermana mayor había puesto en el suelo con anterioridad. Sus ojitos estaban húmedos en lágrimas, que cuál niña era normal desperdiciar.

¿Sería cruel decirle que el matrimonio apesta y qué posiblemente tendrían que acostumbrarse a no tomarle importancia?

Sí, lo sería, siendo cuestionable que la pequeña solo tenía 13 años, y no quería ser la culpable de que pasara lo que ella con dificultad ya pasó.

—Tú solo haz oídos sordos, ¿ok? Son cosas de parejas, y jode mucho cargar con responsabilidades emocionales que no nos toca.  —sonrió, proyectando confianza, aún y cuando la pequeña deseaba regresar a su cama para llorar.

Una vez libre de algún vidrio en ma cocina que pudiese lastimar a su hermana, emprendió camino a ordeñar las cabras, una de sus actividades favoritas del día.

Cargaba en un solo brazo el balde, con sus respectivos paños para limpiar, y un atuendo todo terreno para un trabajo mágico.

Cómo lo esperaba, Anhy y Max le esperaban junto al establo, donde se resguardaba todo el ganado, y claramente ninguno tenía una buena pinta.

—¿Acaso un tractor pasó por encima de ustedes? —preguntó con burla, dejando un momento sus utensilios en el suelo. —¿Tuvieron mala noche?

—Si tener una mala noche se refiere a que mataron todas las aves de corral de mi familia, pues sí, ¡Tuve una pésima! ¡Había tanta sangre, iugh! —la Omega transpiraba llamas de ira, mientras que el rubio le miraba condescendiente. —¿Qué, puber? También te afecta a ti, vives con mi familia.

Luceros de Amor © [Edición Especial]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora