Está permitido entregarse

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Chifuyu despierta, pero no abre los ojos hasta unos segundos después. Siente el cuerpo pesado y pegajoso tanto o igual que adolorido y satisfecho. Baji-san lo tiene aprisionado contra su pecho, respirándole directamente en la nuca.

A pesar del resentimiento en el cuello, consigue estirarse lo suficiente como para ver el reloj y percatarse de que son las once con cuarenta y tres minutos. Cree recordar que el azabache se echó a dormir a eso de las seis y algo, la bruma de lágrimas sobre sus ojos no le permitió enterarse del resto de los números. No puede detener la sonrisa que se forma cuando el rostro saciado de afecto de Baji-san le golpea en la memoria, el cabello negro cayendo a los costados de su cara como una cortina, los ojos brillantes y brumosos de lujuria y cariño dirigidos solo a él, los colmillos manchados en sangre y los labios babeando de quien sabe qué fluidos...

Okay.

Debe calmarse o su aroma podría despertar el calor del otro. Por el bien de la salud de ambos no quiere despertar a Baji-san tan pronto y tampoco quiere tener que forzar su propio cuerpo a una nueva sesión, quizás si él también estuviera en celo las cosas podrían ser diferentes. Pero no es así, y debe resignarse al dolor en la espalda baja.

Finalmente reúne la determinación necesaria para escapar de la cama, topándose con la desagradable -no tan desagradable- sorpresa de que Baji sigue dentro de él. Suspira a la par que el escalofrío recorre su cuerpo y de alguna manera consigue desenredarse de los brazos y sabanas que lo encadenan.

Las piernas le tiemblan al ponerse de pie, nota las marcas rojas casi moradas en sus caderas y cintura y casi puede imaginarse las mordidas al interior de sus muslos y subiendo por su espalda. Saca una muda de ropa interior y pantalones de su bolso y roba una playera del desordenado armario del azabache. Acerca su rostro a la prenda y respira el aroma.

Chifuyu se congela en su lugar cuando un hilo se semen comienza a deslizarle por sus muslos, ahoga un grillito y reza para que las pisadas de su carrera a la ducha no hayan despertado a Baji-san.

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Baji se despierta enredado en las sábanas impregnadas de aroma propio y ajeno. El dolor de encías ha desaparecido, así como el de la marca y los calambres en el vientre. Sigue con el calor lamiendo por debajo de su piel, pero por lo menos es soportable, desliza sus manos por el resto de la cama y su alfa entra en pánico cuando no encuentra a su omega.

El lugar en donde debería estar el rubio está frío. Intenta callar el gruñido en el fondo de su cabeza pensando que la ausencia del otro puede -y tiene que- deberse a una razón totalmente justificable, pero eso no evita que salga disparado de la cama y se vista apenas con el primer pantalón de chándal que encuentra.

Apresura su paso y se detiene cuando ve al rubio de espaldas en la cocina esperando el agua del hervidor.

Chifuyu no se sorprende cuando un par de brazos se envuelven alrededor de su cintura, el peso del cuerpo ajeno sobre el suyo es atrapante, más cuando el gruñido que nace en el fondo de la garganta de Baji-san hace que sus rodillas tiemblen.

"Hueles bien" murmura Baji enterrando la nariz en la curvatura del cuello y hombro lleno de mordidas de la noche anterior.

Chifuyu se recompone, piensa en que el agua está tardando más de lo normal en hervir "Y tú hueles a recién levantado. Ni siquiera te has duchado"

"¿Y?"

"Que deberías de hacerlo antes de comer"

"¿Por qué no me acompañas?" sugiere Baji mordiendo el área lastimada y lamiendo la sangre que brota de la herida.

Borracho de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora