Los padres de Marcy no tardaron mucho en mudarse ya que no soportaban seguir en su antigua casa. Estar ahí era imposible para ellos, todo les recordaba a su hija.
Sasha visitaba la tumba de Marcy todos días dejando ramos que tenían la misma flor que acabo con su vida.
Anne no visitaba la tumba de su amiga. Se quedaba en su casa leyendo uno y otra vez la carta. No podía dejar de culparse, quería parar de hacerlo, quería hacerle caso a Marcy pero era imposible.
Ella solo quería volver a verla..
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Los días pasaban como si nada, parecía que muchos de sus compañeros simplemente olvidaron quien era Marcy y siguieron su vida como si nada. Sasha y Anne, bueno ellas terminaron días luego del funeral.
Sasha pensó que sería lo mejor y Anne de cierta manera lo pensaba así, las dos estaban heridas y estar juntas solo las iba a terminar lastimando más.
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-Ya había pasado dos años desde que falleciste. -Anne se arrodillo frente a la tumba de Marcy arreglando un poco las flores que estaban ahí, quitando las que ya habían marchitado y remplazándolas por unas nuevas. -Parece que el tiempo se detuvo, pero yo aun mantengo mi promesa y aunque no lo hiciera creo que yo no soy capaz de olvidarte. -Tomo la carta que estaba en su bolsillo. –Marmar yo también espero que nos encontremos en otra vida, y cuando lo haga no te dejare ir, no dejare que te vayas de mi lado otra vez, lo prometo, estés donde estés solo espérame un poco más.
Anne luego de eso siguió con su vida, manteniéndose fiel a su promesa hasta el día en el que falleció.
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Cuando una persona muere, su alma se separa momentáneamente del cuerpo, y después de algún tiempo toma otro cuerpo diferente para volver a nacer en la tierra.
Anne y Marcy se habían hecho una promesa.
Se iban a reencontrar en otra vida sin importar lo difícil que sea.
Y así fue.
Su encuentro no fue nada del otro mundo ambas estaban caminando cada una con su grupo, ninguna de las dos se conocía, aun así, en el momento que sus miradas se encontraron, ambas comenzaron a llorar sin saber el porque.
Sentían la necesidad de ir con la otra, pero no se atrevieron.
La segunda vez que se encontraron por fin se dirigieron la palabra, ambas están solas, una frente a la otra, cada una con un sinfín de emociones que no podían explicar.
-Disculpa, ¿nos conocemos?
-Creo que si...
Tenían su segunda oportunidad para estar juntas y esta vez lo harían bien.
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