8 | 우리 어머니

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La puerta de la casa se abre incluso antes de que Jaemin pudiera llamar. Jadea cansado y arrastra la última maleta hacia él, se seca el sudor de la frente cuidando de no tocarse la ceja rota, y aunque es evidente el esfuerzo que requiere para cargar con todo, no le sorprende cuando lo único que recibe es una mirada altanera.

Se queda de pie sin saber realmente qué decir, porque un simple hola sería demasiado amistoso para el agrado de la mujer, quien exigía mayor respeto y formalidad; mientras que un saludo más elaborado estaba lejos de la voluntad de Jaemin.

—Entra, no te quedes ahí parado —le dice casi en un gruñido.

—Eso intento... Un poco de ayuda sería bueno.

— ¿Hyung? —desde dentro escucha la voz de su hermano menor, Sungchan esquiva a la mujer en el umbral y se apresura a envolver a Jaemin en un abrazo fuerte que lastima su cuerpo entero—. ¡Hyung! ¿Quién te ha hecho esto? Fue ese idiota de Jaehyun, ¿verdad?

—Sungchannie... —le dice suavemente, suplicando por dentro que su hermanito redujera esa efusividad.

— ¡Voy a ir a partirle la cara!

— ¡Sungchan! —el menor recobra la compostura cuando escucha la autoritaria voz de su madre exigiéndole calma, y a Jaemin le acongoja cuando a su hermano se le entristece el semblante, por lo que aprovecha su calma para abrazarlo de nuevo, esta vez advirtiéndole que tuviera cuidado.

Su pequeño hermano ya no era tan pequeño, era incluso más alto que él y muy protector a pesar de que solo tenía diecinueve. Le parecía incluso tierno el que quisiera ir a pelearse con Jaehyun, pero eso es algo que nunca permitiría; no podría tolerar que su hermano se metiera en problemas por culpa suya.

—Hyung está bien, Sungchannie, no te preocupes.

—No te quedes ahí, Sungchan, mete las cosas de tu hermano, antes de que lo vean los vecinos así de golpeado y empiecen a meterse en donde no les importa —indica rauda la señora Na, quien solo descruza los brazos para entrar a la casa en la que habría deseado no tener que volver jamás.

Jaemin suspira resignado, la última vez que estuvo en esa casa le juró a su madre que mudarse con Donghyuck no sería un error, y que ella no era más que una controladora que no soportaría verle feliz lejos de ella. Dijo cosas horribles presa de la amargura, y aunque no se enorgullecía de ello, tampoco le ponía muy contento el tener que regresar a aquel lugar luego de tantos años; no obstante, no tenía a dónde más ir.

Sus ahorros eran suficientes para encontrarse un pequeño lugar, pero dada la urgencia, lo mejor que podía conseguir era la casa de sus padres. Donghyuck habría sido una opción, pero no tenía cara para refugiarse en aquel lugar, en donde también residía el hermano mayor de Jeno.

Y hablando de él, Jeno tampoco le parecía una opción viable para volver con él. Estaba avergonzado, arrepentido y deseando volver el tiempo atrás, ser un poco más egoísta y enamorarlo de nuevo, pero era tarde y ahora él estaba con Sooyoung.

Entre él y Sungchan adentran las cosas al vestíbulo, mientras la señora Na regresa con un botiquín de primeros auxilios y él intenta pensar en otra cosa que no sean sus malas decisiones. Ella ordena a su hijo menor llevar las maletas a la vieja habitación de Jaemin, y luego indica a este que se fuera a sentar al sillón, todo con una estoicidad en el rostro a la que pensó ya estar acostumbrado.

Pero uno realmente nunca se acostumbraba a la frialdad de su madre, solo aprendías a vivir con ella, pese a que en variables ocasiones sorprendía hasta al más experto.

Jaemin percibe en el silencio de su madre aquello que le resultaba tan familiar como andar en aquella casa. El silencio que le suena a recuerdos de la mujer y su mirada que, como dagas filosas, atraviesan su cuerpo sin piedad, juzgándolo y con la decepción implícita, intermitente en cada movimiento tosco que hace. Aun siendo un adulto, Jaemin se siente pequeñito ante la presencia de su madre.

Fatherly | nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora