Capítulo III

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❝ Puede que puedas cubrir las heridas con parches pero no las cicatrices que te ha dejado el pasado en el alma.

Capítulo tres: Evitando Dolorosos Recuerdos


 CAMILA

Los siguientes dos días transcurrieron de lo más normal, acomodando nuestras cosas en nuestro nuevo hogar.

Yo no quise pintar mi habitación, a diferencia de mis hermanos. El color blanco de la habitación me daba paz pero también hacían que esta se viera más acogedora y bueno no es que tuviera el ánimo para pintarla.

Simplemente acomodé las cosas importantes porque si sacaba todo sé que me volvería loca tratando de buscarle un lugar a todo. Así que la acomodaría poco a poco.

Remodelar mi nueva habitación hizo que me olvidara del hecho de que mañana empieza mi primer día de clases en este pueblo.

Llegamos una semana después de que empezaran las clases en Sunderdale.

No creo que nos hayamos perdido mucho en cinco días.

A mí me tocaría cursar onceavo grado según el sistema educativo canadiense al igual que Alex y a Nat le tocaría en noveno. Sí, lo sé ¿porque Alex y yo estaríamos en el mismo grado si él es un año mayor que yo?

La razón es porque perdió un año justo cuando empezó la adolescencia -siendo más exactos en séptimo grado-, se dedicaba a ir a fiestas, drogarse, beber... todo eso, valiéndole un rábano la escuela y como consecuencia perdió el año además de haberse ganado la regañada de la década por parte de mis padres, en especial de mi padre.

Alex puede ser muy inteligente pero desde ese entonces solo se dedicaba a las fiestas.

Mamá llamó para que bajáramos a cenar pero siendo honesta lo último que me apetecía era comer.

Por primera vez en mi vida me sentía nerviosa, sentía un nudo de nervios en el estómago, una de las peores sensaciones.

Siempre estuve acostumbrada a tenerlo todo y a todos controlados, pero ahora en este nuevo pueblo en el que no conozco ni al perro de la vecina me inquieta cómo va a ser la gente.

Tampoco es para tanto, no creo que la gente sea caníbal o algo parecido.

Decidí quedarme en mi habitación repasando las cosas que tenía que llevar mañana y doblando el uniforme que mi madre me ayudó a arreglar porque parecía monja con la falda tan larga.

En Italia no llevábamos uniforme escolar simplemente íbamos como se nos diera la gana, pero obviamente sin violar los códigos de vestimenta; mi nuevo uniforme se conformaba por una camisa celeste, una horrenda falda de cuadros con los mismos tonos de azul que la camisa y corbata que parecía como un moño, un blazer oscuro con el logo de la escuela y acompañadas de unas medias largas azul marino y zapatos escolares, el uniforme de deportes a diferencia del uniforme de diario era más sencillo solo con una playera azul cielo con el logo de la escuela en el pecho o si no la sudadera azul rey igual con el logo, unos pantalones cortos azul rey o pantalones deportivos del mismo color, con sus respectivas medias y zapatos deportivos.

Y los hombres usaban la misma camisa y blazer escolar pero con la diferencia que usaban kakis y una corbata con diferentes tonos de azul claro. Y con el mismo uniforme de deportes.

Lo sé, el uniforme parecía sacado de una película.

Ya dispuesta a irme a dormir cuando alguien toca la puerta de mi habitación:

Monomanía © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora