22. ¿Es esa mi camisa?

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Megan no podía dormir.

  La luz incierta de una única vela encendida en una mesa cercana iluminaba la esfera del reloj de pared lo suficiente para que ella distinguiera la hora; eran casi las dos y media de la mañana.

  Y Phineas no estaba en casa. . . Quizás su ausencia no la hubiera molestado tanto si hoy no fuera el día en que regresaron de Escocia.

  Suspiró profundamente y se deslizó de su cama. Sus ojos estaban llenos de arena por el cansancio y comenzó a explorar sin rumbo fijo su dormitorio y luego la sala de estar.

  Cogió su libro favorito descartado sobre la mesa con anterioridad, y tomó asiento en  uno de los sofás cubiertos de damasco que adornaban la alfombra delante de la chimenea vacía, pero luego lo dejó a un lado una vez más; antes de retirarse, trató de leerlo, pero nada pudo retener su atención. No quería describir los estragos que se le anudaban en el vientre por la inquietud. . . pero eso era exactamente lo que estaba haciendo. Volvió a revisar si Amélie se encontraba bien, pero la niña dormía como un ángel en el centro de la cama.

  Si fuera verdaderamente honesta consigo misma, también reconocería que estaba irritada más allá de toda medida. De hecho, sus emociones fluctuaban salvajemente entre la ansiedad y la exasperación, tal vez incluso la ira. No tenía idea de dónde estaba su esposo o si estaba comportándose. Sabía que no estaba siendo justa con él, pero cada vez que pensaba en las cosas que entretenían a un hombre por las noches se volvía a poner sulfúrica.

  Después de todo su marido era conocido como el Lord errante por todo Londres. Él  había prometido serle fiel mientras duraba el matrimonio, pero eso fue cuando no tenía a nadie más allá en Escocia.

  Volvió a ver el reloj y se dio cuenta de que Phineas posiblemente no volvería a casa.

Mientras se preparaba para irse a la cama nuevamente, rezó para que no fuera así como viviría su vida matrimonial siempre: ella deambulando por una casa enorme sin nadie con quien hablar más que Amélie y los sirvientes.

  La idea fue suficiente para hacer que su mal genio volviera a resurgir.

  ¿En qué se había metido? La idea de estar en un matrimonio solitario era realmente deprimente. Se había prometido enamorar a su marido en un año, ¿Pero como iba a hacerlo si el asno estaba lejos de allí?

«Deja de torturarte, Megan. Estás sacando conclusiones precipitadas. Phineas podría estar de juerga con Lord Wellingham y algún otro amigo. Recuerda que Garth dijo que Eugenia y su marido estaban terminando la temporada en la ciudad y según el mayordomo habían pasado meses desde que los vio».

  Su mirada se deslizó nuevamente hacia la salita que dividía las habitaciones y la puerta de la habitación de su marido estaba ligeramente abierta observó un sillón junto a la cama donde estaba una camisa desechada. Aunque sabía que lo que estaba a punto de hacer equivalía a espiar, Megan no pudo resistir la tentación de revisar la habitación de su marido, sabía que no era correcto espiar, pero ella no era conocida por ser una persona acostumbrada a seguir las normas.

  Suspiró y después de echar un vistazo su mirada volvió a la silla, recogió la camisa desechada de Phineas; Obviamente, Jonathon se había olvidado de guardarla. Frotando la fina tela contra su mejilla, el aroma de su esposo llegó a su nariz, su colonia picante y el rastro de algo que era completamente masculino. A pesar de su molestia, lo extrañaba. Después de pasar día tras día con Phineas en espacios reducidos, sintió su ausencia intensamente.

  No estaba segura de por qué, pero de repente se sintió poseída por el loco impulso de usar su camisa como camisón. Se quitó su propio camisón de algodón y se pasó la fresca camisa de batista por la cabeza. Era voluminosa y tendría que arremangarla, pero no era demasiado larga; el dobladillo estaba a la mitad del muslo. Por primera vez esa noche sin dormir, Megan sonrió. Sí, la camisa de su marido estaría bien. De momento, mañana hablaría con él y le pondría los puntos claros a lo que esperaba de él.

La Verdad de un DuqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora