Chaptire l

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Entre dimes y diretes había perdido su casa y la poca dignidad que le quedaba. Era una universitaria hastiada de la vida, con poco tiempo para sufrir la ansiedad de no tener un techo, se preguntaba si perdería la maestría, si conseguiría una casa a tiempo para el siguiente seminario, pero como siempre, la respuesta no le llegó volando en una lechuza blanca. Suspiró. Volvió a preguntarse cosas que no tenían respuesta y dejó el café sobre la mesa de la sala, sí, aún seguía sin hogar, pero pasó la noche en la sala de una pareja conocida y se iría luego de haber lavado la taza, no podían recibirla más que eso.

Anunció que se marchaba con una notita en la pizarra y caminó en silencio con la mochila al hombro, si llegaba tarde al trabajo definitivamente perdería todo y estaría imaginando que la vida era una diabla más malvada que cualquier soberana manipuladora, lo peor del asunto, era que nadie podía zafarse de ella y su final. Volvió a suspirar. Hubiese sido agradable sentir el vaho saliendo de su boca, pero la primavera estaba terminando y los cerezos estaban dejando caer las ultimas flores de la temporada, en tristes tormentas de lagrimas rosas. Un árbol en un cruce, otro junto al río, una familia de ellos en la plaza y una hilera militar de ellos, erguidos y orgullosos, en el patio de un colegio de ricos. Bueno, por cosas así la vida no era tan mala, quizá no era tan diabla como pensó.

—Oh, buenos días Ringo —no, ese no era su nombre, tener un apellido escrito con los caracteres para "manzana" y "vendedor" llevó a todo el mundo a colocarle el dulce apodo, sin embargo, se llamaba Mical, Mikaru, de pronunciación, ¿apellido? Vendedor de manzanas.

—Buenos días Fujishima —saludó dejando la mochila que la acompañaba día con día y lo único que le había quedado como riqueza desde el accidente, eso más la ropa que llevaba puesta y tres mudas de ropa que mantuvo repartidas entre los casilleros de la universidad y el casillero de la tienda de veinticuatro horas donde trabajaba a medio tiempo.

—Hoy llegaste exageradamente temprano —río acusándola de impuntual, así que no evitó poner cara de indignación falsa.

—¿Qué dices? Yo siempre llego antes que tu —pero luego de eso la atmosfera se volvió un poquito incomoda, ya sabía lo que estaba pensando Fujishima con sólo verle la cara, le tenía lastima y se sentía culpable por no invitarla a quedarse en su casa a pesar de que eran compañeras de trabajo desde hacía un año, pero tenía un bebé pequeño y a su marido, no la culpaba —¿Cómo está Takeru?

—¡Está muy bien! —exclamó aliviada de romper la tensión —ya tiene todos sus dientes y ha empezado a preferir los solidos en lugar de mi leche, me sabe mal dejarlo sólo toda la mañana, pero estoy ahorrando para comprarle algunas cosas, ya sabes, de esos juegos especiales para desarrollar el intelecto.

—¿Ehh? Increíble, ¿alguna razón en especial? —la madre no tenía por qué tener ninguna, pero a veces para hacer conversación había que ingeniárselas.

—Claro que sí —confesó orgullosa —haré lo posible para que sea un niño muy listo y estudie medicina en la Todai —en los ojos de Fujishima podían verse dos llamas encendidas, amor maternal seguramente.

Mical soltó una risilla —cuantas expectativas.

—Bueno, sólo son mis sueños, pero quiero que crezca bien y haga sentir a su madre orgullosa, es un niño muy bueno y su padre lo mima mucho —volvió a reír —¡ah! Ya es hora, ¿te toca atender la caja esta vez?

—Sí —bostezó ligeramente —te toca reabastecer la zona de bebidas —estando tan somnolienta temprano en la mañana, hubiese preferido ser ella la que reabasteciera, se tomaría su tiempo y quizá dormitaría en la parte de atrás un rato, pero era un lunes —sal cuando acabes de vestirte Fujishima —Mical sonrió, ajustando el uniforme verde y recolocando el gafete con su nombre.

Diabolik Lovers: Royal BloodDonde viven las historias. Descúbrelo ahora