𝐏𝐥𝐞𝐚𝐬𝐞, 𝐋𝐨𝐯𝐞 𝐦𝐞 𝐅𝐨𝐫𝐞𝐯𝐞𝐫 › Diaval y Tú

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Maeve:

El bello cuervo aún se mantenía quieto en su otro extremo del claro, inclinando cada tanto su cabeza a un lado cuando yo daba un paso. No parecía temerme, pero tampoco mostraba intenciones de acercarse.
Al contrario de las mágicas criaturas que veo a diario, un cuervo como este me resultaba maravilloso. Reaccionaría del mismo modo si viera humanos otra vez, pero no me atrevo aún. El pueblo no está muy lejos, pero sí lo suficiente para mantener mi hogar a salvo.

– Veo que estás algo cansado. ¿Fue un largo viaje? – Sí, hablo con un cuervo. – Sé que no vas a responder de todos modos, pero eres libre de quedarte aquí hasta reponer energías. Sé que a las demás criaturas no les molestará ver alguien nuevo.

En vista de que el cuervo no se movería de su lugar decidí levantarme, tomar la capa del suelo y volver a colocarla sobre mis hombros. Pronto avancé hasta perderme detrás del árbol, dejando atrás a ese curioso visitante.

Diaval:

Después de 4 reinos y 2 bosques casi sin vida, era increíble poder encontrarme con otra figura aparentemente humana. Claro que deseché esa idea al notar sus cuernos, sus puntiagudas orejas y pálida piel, demasiado para un humano. Parecía un ser sacado de la misma luna por el brillo similar que desprendía con sólo mirarte.
Su voz resultó ser el sonido más dulce que podría haber escuchado en toda mi vida. ¿Qué criatura es? Sus cuernos no me dejaron mucho a la imaginación, pero podría ser un hada.

Al notar que se alejaba me alteré. No quiero dejarla, no ahora que despertó mi curiosidad, pero sería raro para ella estar siendo perseguida por un cuervo.

Esperaré, señorita Maeve.

(𖠺)

Maeve:

Algo suave comenzó a frotarse suavemente contra mi nariz, provocando que hiciera muecas por las cosquillas que esto me daba. El estornudo no tardó en llegar, y con eso, asustar un poco a las pequeñas criaturas que habían tomado lugar alrededor de mí. ¿Desde cuándo estarán ahí?

– Oh, buenos días a todos. – Saludé algo somnolienta mientras estiraba mi cuerpo. Unos pequeño seres con cabeza de hongo corrieron a mí, trayendo consigo un plato de corteza que llevaba una linda variedad de frutos. – Esto es muy amable de su parte, chicos. Muchas gracias.

Como no deseaba comer sola frente a mi gente decidí pedirles que me acompañen, así que todos comimos tranquilamente con la suave brisa de aquella mañana.
Las hadas que nacían de los tulipanes no muy lejos de allí se acercaron volando a gran velocidad, espantando al pequeño grupo a mi alrededor.

– Oigan, oigan. – Hablé lo más tranquila posible cuando una de la hadas acabó enredada entre mis cabellos al no frenar a tiempo. – Esa no es manera de llegar a primera hora de la mañana, chicas. Ustedes saben que todos los seres pueden venir y pactar una reunión, pero no tan temprano.

Las hadas hablaron rápidamente en una lengua que no conocería un simple humano, pero para mí esto no era una dificultad.
Soy guardiana de toda la extensión en los bosques de Celtion. Fui nombrada así desde mi llegada, hace muchos años ya. Podré no ser alguien con extraordinaria fuerza o increíbles poderes, pero confiaban en mí.

Conforme las hadas seguían hablando, mi rostro se tornaba más y más confuso, terminando por mostrar una expresión de sorpresa y miedo.

– Un humano...en el jardín de tulipanes. ¡Eso es imposible! Ningún humano ha sido capaz de atravesar el inmenso bosque torcido que nos separa de ellos. – Mi cabeza trabajaba a mil por segundo. El miedo se apoderaba de cada fibra en mi cuerpo. – Tranquilos, yo me haré cargo. Necesito que se oculten lo mejor posible, iré con Bashir.