Una fé colérica propagándose en mi pecho,
es mi corazón a esta realidad como un esclavo insurrecto; su respuesta ante el engaño, la traición y la malicia será siempre el amor, la lealtad y la franqueza.
Llevo en mi puño cerrado los anhelos del mundo. Camino sola, en busca de una región inagotable, de una península resplandeciente donde depositar tan delicado y benigno ideal; busco incansable en aquella tierra pura y fecunda, en el riachuelo naciente, en el cielo raso y sereno...
Finalmente, un hogar.
He llegado a creer que el paraíso se encuentra, tal vez, en los confines mismos de este mundo; que de manera imprescindible, he de caer de aquel inhóspito y borrascoso peñasco si quiero hallar, en lo profundo, en el jardín de las hespérides, la cúspide realizada de mi más sólido soñar... Pero, me abismo ante la esperanza, mi espíritu se amedrenta ante tan magníficas imágenes, y entonces me pregunto:
¿Bastarán estos pies sangrantes para soportar tal camino?
¿alcanzarán estos cansados brazos para atravesar el mar? Y de llegar al vértice, al borde del precipicio, al final absoluto de todo horizonte...
¿Tendrá mi espíritu el coraje suficiente para saltar?
Y de estar allí, frente a las puertas del cielo
¿se abrirán estas ante mí?
