《Mensaje encriptado》⁹

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He besado más botellas que personas y sinceramente una resaca duele menos que un desamor.
Charles Bukowski.

Gianna

Tras un leve parpadeo me recibe la imagen de un techo que no es el de mi habitación. Me giro con cuidado y ver quien está a mi lado no me sorprende, Austin, durmiendo boca arriba con su torso desnudo y las sábanas cubriéndolo solamente hasta las caderas. Su antebrazo descansa sobre su cara, impidiendo que la vea en su totalidad.

No tengo que levantar la sábana que lo cubre para saber que fue lo que ocurrió aquí hace una hora, lo recuerdo todo perfectamente.

Me destapo con sumo cuidado de que él no despierte y procedo a buscar mi ropa en el baño, no me importa que haya sangre de aquel cadáver en ella, necesito salir de aquí urgentemente antes de que las cosas se empeoren. Una vez lista totalmente le doy una última mirada al hombre que pensaba que era solamente mi amigo y terminó estando entre mis piernas. Esto está extremadamente mal.

Salgo de una vez de su habitación y el frío del atardecer me recibe de golpe en la cara, aviva mis sentidos más que nunca y me hace hundirme más aún en los pensamientos referidos al error que acabo de cometer. Esto no puede estar pasando.

A pasos apresurados camino hacia la puerta trasera de la cocina por donde salí cuando iba hacia el bosque y entro de una vez. El aroma a comida exquisita se cuela en mis fosas nasales haciendo que lo aspire involuntariamente. Me despierto un poco del transe en el cual estaba por el olor a la comida y trato de disiparme en el gentío que camina en todas las direcciones posible de la gran habitación, avanzo con la cabeza baja tratando de no llamar la atención de nadie hasta que choco abruptamente con un cuerpo bastante ligero.

Las verduras que sostenía en sus manos caen al suelo y de inmediato me agacho para ayudar ya que este choque se dio gracias a mi nerviosismo. No es hasta que levanto la vista que reconozco quien es, Madeline. Lleva puesto el uniforme de blanco y gris de las cocineras.

—Gianna —saluda ella, con su sonrisa característica—. ¿Qué tal?, pareces apresurada.

Le doy las verduras que sostengo y sonrío como puedo. —Bien, sólo un poco apresurada —le hago saber, en una frase rápida.

Deja caer las verduras sobre una isla de azulejos blancos que hay a su lado y hunde un poco su ceño a la par que tuerce sus labios. —Hey, ¿te ocurre algo? —Una de sus manos se posiciona sobre mi hombro, uno de los lugares donde cayó sangre. Mi cuerpo se tensa.

Niego un poco mientras mi vista está posada en su mano. —En lo absoluto.

Su vista viaja hacia su mano que ya ha caído de mi hombro y sus ojos se agrandan un poco al ver rastros de sangre casi seca en la palma.

Su expresión pasa de normalidad a preocupación en un instante. -¡¿Estás herida?! -callo su grito con una de sus manos.

Varias miradas se dirigen hacia nosotras.

Invento en mi cabeza cualquier cosa para salirme de esta sin que vaya a parar a los oídos de la ama de llaves y luego mi madre. —No —le doy una mirada tranquilizadora moentras mi cuerpo se tensa por dentro—, sólo estaba ayudando a Austin a hacerle las curas a un caballo que tuvo un accidente y sin recordar que tenía las manos llenas de sangre pasé una por mi hombro y embarré mi chaqueta sin querer —suelto una gran exhalación tras contar la tan larga mentira—. Sólo eso.

Su semblante se relaja un poco. -Ah bueno —me sonríe un poco—. Sí, escuché lo del caballo, lo lamento tanto, son animalitos tan lindos. —Vuelve a tomar las verduras y me pasa por un lado mientras comienza a tararear una melodía.

Peligrosa Verdad [UN NUEVO MUNDO] ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora