La aventura de un robo frustrado y un hospital con forma de agujero de gusano.

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27 julio. Diario de sueños. De la siesta del miércoles cuartano del julio dap.

Este ha sido un sueño de siesta que he vivido como si fuese una película. Como que podía manejar perfectamente lo que iba a ocurrir y cómo iba a ocurrir. Pero a pesar de ésto, que muchos diréis "¡Oh, ha sido un sueño lúcido!", os diré que deseaba participar lo menos posible en los hechos; que sucedieran lo más "real" o lo más "natural" posible. Así dicho, comencemos.

La primera escena se rodaba en una cerca. La que más podría ser es la del Tionora. Allí estábamos él, mi Padre, Latiápili y yo. Tionora nos había reunido ya que quería llevar a cabo un plan del cual íbamos a sacar "bastante dinero" (cinco mil euros como mucho). Este susodicho plan consistía en robar en una cerca del centro del Pueblo. Más adelante se sabrá que esto no es así. O quizás lo fue en un principio. Los escenarios oníricos vuelan a sus anchas, sin duda. Latiápili estaba bastante satisfecha con el plan. Mi Padre nunca dijo nada. Yo le pregunté a Tionora que cuál era el bien o material el cuál poseía tanto valor. Él no me contestó es ese momento. Mencionó que si aceptaba llevar a cabo el plan con ellos, lo sabría en el momento oportuno. No le contesté, no le dije ni que sí ni que no. Fui por mi cuenta sin decirle nada a estos planeantes a aquella Cerca, pues por los comentarios del Tionora sabía cuál era. Llamé a la puerta para investigar y ver qué había allí. Me abrió una chica joven de pelo moreno, y al segundo, una jauría de cachorros se avalanzaba graciosamente sobre mí. Entonces lo entendí. Aquel lugar era un criadero de perros de raza, y Tionora quería hacerse con todos para formar el suyo propio. No pude enfurecerme más. Intenté hacerme pasar por un veterinario o un cuidador de perros para que me los dejase y así llevármelos y salvarlos de ambos. Aunque los cachorros parecían felices, lo cierto es que pensaba en las madres. Me las imaginaba escuálidas, con los pezones abiertos y desgastados de tanto amamantar, y la piel de la barriga dada de sí de haber estando en cinta tantas veces. Al final no las vi, y tampoco coló lo de cuidador de perros, por lo que si quería salvarlos tenía que unirme al plan del Tionora. Este plan se llevó a cabo en la noche. Ninguno de los Planeantes apareció. En su lugar, el grupo lo conformábamos unas seis o siete personas. Todas hombres, de chicos jóvenes como yo a más viejos y maduros. La portada era grande, como una nave de techo semi abierto. Los perros estaban guardados en un remolque, enjaulados y cubiertos por una lona amarillenta. El grupo estaba explorando la nave cuando vi el incidente que iba a cambiar, desastrosamente, todo. Dentro de la entrada de la cerca había un camión tráiler. Empezaba a caer o verterse un líquido súper inflamable del techo, probablemente fuese gasóleo o algo parecido. Caía justamente al suelo en la zona donde estaba el tubo de escape, bañando a éste. De repente, y como llevado a cabo por los guionistas de "Destino Final", una chispa prendía el líquido. Como decía, yo estaba viendo ésto desde una lejanía suficiente como para observarlo perfectamente pero que no me permitía intervenir, aparte de que ocurrió muy deprisa. Cuando las llamas se alzaron grité a todos para que nos escondiéramos. La mayoría lo hicimos detrás de unos aparatos al final de la pared más lejana. El estruendo de la explosión del camión me dejó atónito. Me pareció demasiado real e intensa incluso para un escenario en el que yo sabía que por mucho que me involucrase, tenía la certeza de que no era la realidad. Vi al tráiler alzarse casi hasta el techo de la nave por la fuerza de la explosión, para luego abalanzarse en nuestra dirección. La cabina del mismo empujó todo a su paso, y los menos avispados o los más impactados quedaron aplastados por los aparatos que nos cubrían. Yo salté y me intenté refugiar detrás de lo que fuese, pero en ese tramo de la pared de al lado no había nada. El enorme peso del camión y los objetos que se llevó por su camino hizo que se desequilibrara una pila de tejados de chapa, las cuales cayeron en mi dirección, y si me pillaban acabaría fileteado como plastilina. Gracias a que la fuerza no fue tan grande, quedaron las chapas a mis pies sin que sufriese yo ningún daño. El escándalo había acabado, pues después de todo no se había producido más fuego. Fuimos a la puerta principal, que lucía negra de hollín, para escapar y abortar la misión. Al abrirla, nos estaban esperando gente disfrazada y armada con palos y barras de metal, que seguro nos tenían pensado apalizar hasta la muerte y la siguiente vida. Volvimos a cerrar la puerta internándonos en la nave para hallar otras salidas. La nave parecía tener otros pisos no habilitados pero que podían convertirse en nuestra única alternativa. Escalamos o subimos hasta lo alto de las paredes para descubrir que aquel grupo de gente nos llevaba la delantera. Aparecieron en el techo mostrando su extraña silueta desde la penumbra nocturna. Parecían enmascarados y disfrazados de ídolos de los Campos. La cosa ya estaba demasiado chunga y el pánico se me aceleraba por momentos. Rodeamos el nivel superior para intentar escapar por el otro extremo del tejado. Pero oníricamente, aquel sitio era la entrada a un centro de salud mental avanzada. Algunos dudaron de entrar ahí. Yo no. Uno de los psicópatas me había alcanzado en un salto y me tenía pillado del pie. Le pateaba como podía y me costó deshacerme de él (cayó al suelo desde los cinco o seis metro de altura de la pared). Entré sudando y nervioso a aquel sitio pero aparentando serenidad, pues no pretendía llamar demasiado la atención. Aunque, viendo mi aspecto, mi ropa sucia y seguro que apestando a humo ya la estaría llamando de más. Sin embargo, como estaba en un pueblo, supuse que los enfermeros y recepcionistas de aquel sitio estarían algo acostumbrados a ese tipo de pacientes. Había varias filas de espera para entrar en la siguiente estancia. Yo me dirigí a la más lejana, la cual estaba también bastante escondida, y me tranquilicé un tanto. Sin demora ni contratiempos me concedieron pasar a la siguiente estancia, que era una sala de espera donde estaban los pacientes sentados en sillas en el centro. Los bordeé y pasé a la siguiente habitación. Así seguí internándome por los cuartos de aquel centro. Pero todavía no estaba a salvo. Mis perseguidores habrían hablado con los responsables del sitio para que les ayudaran en su búsqueda. Se oían gritos y llamadas de atención desde las habitaciones precedentes. Aproveché para vestirme como un paciente para que les costase más identificarme. Me puse en la cola de espera de un médico, al cual ya lo conocía y él a mí. Me dijo que qué me pasaba. Yo le mencioné que últimamente y sin aviso alguno mis párpados se bajaban y me invadía un sueño ligero que no era capaz de controlar. Esos síntomas los noté en ese justo momento, por lo que no tuve que actuar: realmente (en el sueño) notaba que mi visión se perdía. El médico sonrió y me dijo: "ya te dije lo que tienes que hacer. Date un golpe en tu protuberancia de atrás del cráneo y se te pasará. Igualmente, si deseas no volver a tener estos síntomas, lo mejor sería que se te operase ahí." Ciertamente, mi hueso inion sobresale, también se llama protuberancia occipital externa, si lo buscáis así, os aparecerá. Siguiendo las indicaciones del joven doctor, pulsé sobre mi inion y volví a quedar consciente. Vi por la ventana que daba al pasillo pasar corriendo a varios doctores dando voces. No me vieron, así que salí por otro lado. Me encontré solo al final de un pasillo estrecho y poco iluminado. Mi izquierda llevaba a la zona donde había estado. A mi derecha el pasillo giraba levemente y luego se extendía mucho más. Aquella zona estaba bastante oscura y silenciosa. De impreviso aparecieron los médicos desde el pasillo de la izquierda. Sin esperar a ver qué hacían salí corriendo hacia aquella zona sombría. Corrí pasillo adentro sin entrar a ninguna habitación. Finalmente los perdí, pero di con una médica que por mi forma de actuar sospechó encarecidamente de mí. No tuve más remedio que mirarle y contarle toda la verdad. Ella se apiadó de mí y dijo que me ayudaría. Me llevó a una sala de espera donde estaban medicando fuertemente a unos pacientes. De repente, aparecieron mis perseguidores, y la médica que me estaba encubriendo usó un medicamento muy fuerte contra ellos el cual te aturdía y adormecía. Lo sé porque vi cómo usaba la jeringa contra ellos y parte de ese líquido me saltó a la cara, notando sus efectos al instante. No sé por cuánto tiempo anduve hasta llegar a una zona que parecía otro pabellón u otro ala. Estaba débilmente iluminada por lámparas de luz anaranjada. Las paredes parecían azul suave, aunque quizás se debiese a un efecto óptico, ilusión de las luces. Allí descubrí a un grupo de niños y jóvenes adolescentes que vivían en ese departamento. Estaban a cargo de un señor mayor cuya autoridad brillaba por haber caducado tiempo ha. Aún así los niños eran tranquilos. Hablé un poco con ellos, contándoles mi panorama. Ellos me dijeron que en cierta forma también estaban encerrados allí, y que la única manera de salir era a través de una puerta corredera, como la de los garajes, de color blanco. Seguí a una niña que había decidido salir de allí. La vi alzando aquella chapa blanca hasta que pudo escabullirse por el hueco que había levantado. Al instante se oyó que desde fuera cogían a la niña y se la llevaban. Lo último que se oía era el jadeo de la niña, como un suspiro. Corrí a hacerle saber lo sucedido a los niños y al anciano. Me dijeron que eso era lo normal; que quien decidía salir sabía que esa gente la iba a coger y llevársela a saber dónde, y que lo último que se oía era ese jadeo, como la última espiración del que se va. Entonces concluí, que si ésa era la única forma de salir de allí, habría que llevarla a cabo, y bienvenida sea. La última prueba. Cogí una de las lámparas que estaba encima de la mesa principal de la sala, que eran blancas y rectangulares ambas. La lamparita parecía un tren con torres de castillos. En lo alto de dichas torres estaban las luces. Habrían seis o siete torres y sólo una era una vela. Las demás eran eléctricas. Soplé a las torres y, paradójicamente, se apagaron las luces eléctricas, quedando sólo prendida la luz de la torre vela. Me aproximé a la puerta de chapa y la subí. Me mantuve con los ojos cerrados, esperando que me cogieran y me llevasen sin más. Como nadie vino a por mí ni tampoco se oyó nada sospechoso, abrí los ojos. Lo que vi fue una calle en la noche cuyas aceras y parte de la misma vía estaban repletas de nieve. Vi a dos coches aparcados justo a la izquierda de la entrada, y supuse que eran los de aquella otra gente que se llevaba misteriosamente a quien salía. Uno era color verde manzana, y el otro rojo granate. Aprovechando que no se habían percatado de mí, salí andando lo más rápido y sigilosamente posible hacia la derecha. Al llegar a la intersección, di con lo que mi mente creyó que era un Madrid muy nevado en pleno julio. Había luz en las calles, pero recuerdo zonas que estaban bastante oscuras. Me sentí tan aliviado que decidí sacar el móvil para hacerme una foto y enviársela a mi familia para que supiesen que estaba bien. Como dije, había zonas muy oscuras y tuve que utilizar el flas de la cámara. Allí terminó todo.

Me desperté con la memoria bien clara de este sueño que había ido conduciendo en hora y media de siesta.

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⏰ Última actualización: Jul 28, 2021 ⏰

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