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Carolina cerró el casillero y giró sobre sus talones para dirigirse directo hacia su primera hora de trabajo.

La mayoría de los días en el hospital solían ser muy pesados, demasiado, muchísimo más cuando el turno era doble. Se sentía agotada y ni siquiera había atendido al primer paciente.

Hoy le tocaba la sección de niños, y eso no le gustaba para nada. Amaba cuidar a las personas y ayudar a que se sintieran mejor, pero si había algo que aborrecía completamente de su trabajo era ver a los niños siendo consumidos por enfermedades sin cura.

En sus pocos años siendo enfermera había visto entrar a muchísimos pequeños, algunos más graves que otros, pero niños en fin. Algunos continuaban internados por pura necesidad de sus cuerpitos, otros ni siquiera habían llegado a la instancia de ponerse mejor. Vio a muchos cerrar los ojos por última vez, así como también vio a muchos otros salir con una sonrisa en el rostro por haber ganado su lucha.

Respiró hondo antes de llegar a la sala y girar el picaporte. Adentro de la habitación, un grupo de infantes reía a carcajadas mientras las enfermeras acomodaban almohadones en el piso. Carolina sonrió, había olvidado que era día de sorpresa.

"¡Caro!" Gritaron dos pequeños, que dejaron sus juguetes en el piso y caminaron débilmente hasta ella para abrazarla.

Le rompía el corazón el no tener certeza de cuándo sería el último abrazo, por lo que cada día que le tocaba verlos, era un día en el que no desperdiciaba ni un minuto en repartir besos y abrazos por todos lados.

"¿Qué hay hoy?" Le preguntó a su compañero cuando se acercó ella también a acomodar a los niños.

"Una obrita beneficiaria de una fundación, ni idea de dónde."

Asintió sonriente al escuchar eso. Le gustaban mucho las obras, en especial las que daban adentro del hospital.

Media hora después, cuando todos estuvieron en sus respectivos almohadones y la habitación estuvo finalmente decorada, una de sus compañeras se paró al frente para comenzar a hablar.

"Les voy a pedir un favor muy, muy grande..." Dijo con una expresión divertida. "Desde lo más profundo de mi corazón les pido que ninguno se vaya a hacer pis de la emoción."

"¡Hiciste una rima!" La señaló alegre uno de los niños.

Todos rieron agarrándose de la panza, al igual que cada vez que alguno de estos eventos se presentaba en el hospital.

La mujer se rió negando y salió del cuarto, a los pocos minutos regresó sonriente y se llevó el dedo índice a los labios en señal de pedir silencio. Cuando los murmullos cesaron, abrió la puerta dejando pasar a un muchacho que traía consigo un maletín en un brazo y un bolso repleto de objetos en el otro.

Carolina lo observó con detenimiento. Lo vestía un traje de gala, y sus zapatillas tenían tantos colores que hacían de su vestimenta una combinación absurda. Parecía un payaso de cintura hacia abajo, y arriba era un joven decente por demás.

El chico dejó sus pertenencias en una esquina y se acomodó los pantalones antes de tomar asiento en la sillita que se encontraba en el medio. Apoyó los codos en sus rodillas y los miró a todos uno por uno, inclusive a ella, que se sonrojó al instante que esos ojos exageradamente celestes la analizaron de arriba abajo.

"Hola, soy Valentín." Habló al fin mirando hacia el frente. "Me contó un amigo que por acá había unos pibes muy valientes que seguro se iban a animar a estar un rato conmigo, así que tuve que venir a comprobar si era verdad."

Uno de los infantes levantó la mano, a lo que Valentín le dio lugar a hablar.

"¿Te dolió mucho ponerte el metal que tenés en el ojo?"

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⏰ Última actualización: Aug 06, 2021 ⏰

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