3. {fᥙgιtιvos}

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La música del evento retumba demasiado fuerte en mis oídos. La gente camina de un lado a otro derrochando esos aires desagradables de grandeza como cada vez que piso un lugar de estos.

Estoy cansada, los pies me duelen por los horrorosos tacones de aguja que me puse casi a fuerza de voluntad, el vestido rojo se aprieta a mi cuerpo y siento que no puedo respirar, mi brazo tiembla un poco debido al larguísimo rato que llevo apoyándolo en la mesa sin moverlo, puedo jurar que incluso en vez de rato pueden llegar a ser horas.

No sé donde está mamá, no sé donde está papá, no sé donde están mis hermanos, no sé donde está mi insoportable pretendiente ni toda su familia. Lo que sí sé es que quiero irme, porque este ambiente no me pertenece en absoluto.

Maldigo el día en el que la gente comenzó a creer que para ser superior tenés que ser rico, nosotros ni siquiera lo somos, con la economía que se maneja en casa tampoco podríamos serlo nunca.

En realidad yo sí puedo, pero para eso debería aceptar los asquerosos halagos de Romeo y las desagradables miradas de su padre. Él es de buena de familia, buenos ingresos, ropa costosa, autos caros, country del más alto nivel, vacaciones afuera. Y por supuesto no es eso lo que me disgusta, a todos nos gusta el dinero y hay que admitir que solemos ser bastante interesados, pero cuando digo que es de buena familia, me refiero solo a los billetes.

Romeo es el ser más espantoso que pude conocer alguna vez, egocéntrico, narcisista, baboso, clasista, maleducado, avaro, egoísta, el pajero más grande del universo, y cómo no, machista. Mi mamá conoció a la suya en un club de campo que paga mi abuelo, le dijo que yo era soltera, le mostró una foto mía y planearon una cena para los dos. Fue la cena mas vomitiva que tuve alguna vez, y a pesar de eso, tuve que seguir viéndolo casi por obligación, aguantarme sus repulsivos comentarios como "te faltan tetas pero de cara sos hermosa", "tu lengua larga me podría dar bastantes gustos", "cuando yo te agarre...", aunque esa parte la cumple, porque no pierde la oportunidad de manosearme el culo cada día que le veo la cara.

Desearía poder tener el valor de decirle a mamá que no quiero pasar mi vida con él, que me repugna si quiera tener que mirarlo a sus ojos color caca y que esta fiesta de unión familiar es una verdadera mierda.

Y que él no es el hombre al que amo.

Miro a mi alrededor, nadie está prestándome atención, nadie me está viendo, incluso podría pararme encima de la mesa totalmente desnuda y nadie lo notaría.

Si no me voy ahora, en dos años puedo llegar a estar embarazada de un repugnante feto deformado por la cantidad de testosterona rancia que consume Romeo.

Suelto un suspiro, vuelvo a echar un vistazo de que nadie me esté observando, me levanto lento y con disimulo de mi lugar, levanto la caída del vestido y la empuño en mi mano para no tropezarme, y empiezo a dar pasos rápidos hacia atrás sin mirar a nadie que pudiera llegar a descubrir mis intenciones.

Salgo al patio trasero del recinto y respiro el aire fresco que hay afuera, las diminutas gotas de la leve llovizna caen sobre mi piel y no me importa, solo quiero escaparme de este loquero inmundo.

"¿Señorita Elena?" Ay no, esa voz.

Me doy vuelta con rapidez, Valentín me mira interrogante, con una mano sostiene el dobladillo de su saco y con la otra acomoda su corbata.

Tan lindo como cada vez que lo veo.

"¿Desde cuándo soy señorita para vos?" Cuestiono con burla, porque esta situación me parece demasiado estúpida.

"Desde que mi jefe le compró un anillo." Responde en su lugar, directo, serio.

"Valentín, por favor..."

One Shots • 𝒘𝒐𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora