PRÓLOGO

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La mayoría de las veces solemos subestimar las posibles consecuencias que obtendremos debido a las decisiones que tomamos en nuestra vida.

Otras, sin embargo, estamos consientes del efecto que tendrán esas decisiones y simplemente nos resignamos a la espera de que algo suceda.

Pero cuando llega, cuando la tormenta empieza y no estamos preparados para enfrentarla. Puede llegar a convertirse en una catástrofe.

Una terrible catástrofe imposible de revertir que acaba con todo a su paso...

O al menos, eso pensaba aquella hermosa chica que corría aterrada por las desoladas y tétricas calles de una ciudad cuyo nombre desconocía.

La fría brisa nocturna jugueteba con sus largas hebras castañas. Haciéndolas, de vez en cuando, revolotear en el aire.

Su corazón latía desenfrenado, golpeando con incesante fuerza su pecho.

La planta de sus pies descalsos escosian. Entumecidos por las largas y tortuosas horas que llevaba andando.

Traía puesto un vestido celeste. desgarrado, lleno de suciedad y sangre lo cual hacía que contrastase con su pálida piel.

En sus brazos, envuelta en una manta. Una bebé no más de un par de meses lloraba al sentir el terror que emanaba la frágil figura de su pobre madre.

Viéndose desde afuera su aspecto cuestionable, escandalizaria sin duda a cualquier persona que transitara por el lugar.

Sin embargo, para su buena o mala suerte, ni un alma deambulaba por las calles a esas altas horas de la noche.

De todas formas no podría pedir ayuda.
Siquiera podría conseguir ocultarse.

Ésto era más grande que ella. Ésto era mucho más grande que cualquier comprensión humana y sin duda, no saldría bien librada de ello.

 Ésto era mucho más grande que cualquier comprensión humana y sin duda, no saldría bien librada de ello

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