La explosión se produjo a unos veinte metros de donde se encontraba. El suelo tembló con violencia haciéndola caer al suelo. Su pulso se aceleró y de un momento a otro se quedó paralizada viendo pasar toda su vida por delante de sus ojos. El tiempo se había detenido a su alrededor viendo como todos corrían lejos tratando de escapar de una posible segunda explosión. Los escombros de los edificios alrededor del incidente habían llegado, de alguna forma, hasta donde ella estaba. La gente gritaba, pero el escándalo parecía un ruido sordo en comparación con el pitido que le atravesaba la cabeza adormeciéndola.
Quizá fue suerte, o quizá solo una coincidencia cuando, entre todo aquel alboroto, alguien se paró caritativamente a revisar si se encontraba bien.
Sus palabras eran calmadas a pesar de que las había pronunciado alto y claro en medio de todo aquello.
Revisó de nuevo su entorno antes de ver el borroso rostro del desconocido.
Asintió levemente hacia el amable hombre y éste la ayudó a levantarse.
La bolsa con su reciente compra se hallaba desparramada por el suelo, pero no se preocupó en recogerla. Por un segundo no supo cómo reaccionar a lo que estaba sucediendo, ¿Qué debía hacer? La voz del hombre que le hablaba era sorda en su cabeza mientras miraba fijamente a la gente correr.
Entonces, cuando su mirada fue cegada por el brillante sol que presidía el fatídico día, recordó que alguien la esperaba. Su rostro apareció sonriente entre sus pensamientos haciéndola recobrar la cordura.
Comenzó a faltarle el aire y salió corriendo tan rápido como el señor le soltó los brazos, pensando egoístamente en huir de allí con vida.
En un rayo de suerte, todo aquel desastre se había producido en una de las más grandes avenidas, lo que evitó los cúmulos de gente aterrada.
Entre los fuertes latidos de su corazón que palpitaban en sus oídos, escuchó los gritos estridentes de un niño pequeño.
Sus pies se detuvieron en seco imaginando la peor escena posible. Tenía los signos vitales disparados, tanto que podría haberse dislocado el cuello cuando giró la cabeza buscando por todo el lugar al portador de aquel llanto. Los coches echaban humo bajo el capó, muchos otros estaban con las puertas abiertas abandonados por sus ocupantes. Cuando lo vio el pequeño se encontraba entre los restos de un edificio que por suerte no lo habían aplastado. El suelo a su alrededor era un campo de minas, escombros y puntas con cristales que sobresalían de forma peligrosa. Sus padres no estaban por ningún sitio, pero ella no dudó en correr hacia él para llevarlo lejos sorteando como pudo todo aquello que lo rodeaba.
En cuanto sus brazos rodearon al niño, se produjo la segunda explosión, desgraciadamente mucho más cerca de lo que esperaba.
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Pánico
Short StoryUn pequeño relato que probablemente no tenga más trasfondo que el que se pueda ver a simple vista. Si estás dispuesto a ver cómo una vida puede correr riesgo de acabarse en el mismo instante en el que comenzó, atrévete a leerlo.